Leonardo Padrón, el dueño de una de las plumas más críticas del país cuando de política se trata, no tiene reparo en distribuir su verdad a través de letras cargadas de cotidianidad.
Tampoco deja cabos sueltos cuando habla sobre su vida, y así lo demostró en el tradicional Desayuno – Foro de EL IMPULSO, donde recordó su niñez, juventud y ese desenlace que lo convirtió en una persona pública, querida por muchos y enfrentada por quienes no toleran su particular sinceridad.
Caracas, su inspiración
Leonardo Padrón nació en Caracas el 12 de noviembre de 1959; precisamente en El Paraíso, de donde confiesa haber sido expulsado, como le toca a todo humano del planeta.
La capital del país tiene un peso particular en su vida. «No sólo nací en Caracas; también estudié en el Liceo Caracas y soy fanático de los Leones del Caracas (…) terminó siendo un designio, porque la ciudad está presente en mi literatura y en las telenovelas que he escrito, porque han sido muy urbanas», confiesa.
Hijo de un economista y una trabajadora social, recordó que nunca vivió con su padre, y que el ser hijo único le permitió desarrollar su pensamiento crítico.
«Tuve una infancia feliz y plena. A pesar de que era hijo único, terminé cultivando dos cosas que han sido decisivas en mi vida: Celebrar el culto a la amistad como un privilegio afectivo y tener un enfrentamiento fascinante con la soledad (…) Recuerden que para ser escitor, la soledad es el mejor escritorio posible».
Su educación primaria transcurrió entre el Colegio Rafael Rangel y el Instituto Santa Elena. El bachillerato inició en el Colegio San Agustín, del cual confiesa haberse aburrido por tratarse de una institución de curas, donde la única mujer era la profesora de inglés.
«De allí pasé al Liceo Caracas, donde viví una experiencia fabulosa, porque además sentía que la vida real estaba en las instituciones públicas», contó ese Leonardo Padrón estudiante que tenía facilidad para interpretar los conocimientos y al que además le daba tiempo de practicar béisbol, deporte en el cual se destacaba como jugador de primera base.
Carreras opuestas
Este hombre de letras que en el liceo había decidido tomar la mención Ciencias, por aquello de los vínculos afectivos entre amigos, también pasó por un momento de sus estudios universitarios, alejado de lo que de verdad era su vocación.
Primero comenzó a estudiar en la Universidad Simón Bolívar. Pero consiguió una beca Gran Mariscal de Ayacucho para estudiar Ingeniería de Sonido en Tennessee, al sur de Estados Unidos.
“Es que yo en rigor quería ser músico, pero la gran tragedia era que no tenía la habilidad para tocar algún instrumento (…) descubrí que en los discos había un crédito que decía Ingeniero de sonido, y me imaginé haciendo conceptos de audio para grandes músicos.
Luego de dos años de exceso de numerales y logaritmos, Leonardo Padrón se descubrió al final del salón de clases leyendo a Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez.
“Lo que supe entonces era que quería ser lector, ni siquiera escritor. Creo que fue el momento más decisivo de mi vida”, admitió.
Tras esta realidad decidió regresar a Venezuela y continuó la travesía por casas de estudio.
Supo que en la Universidad Central de Venezuela daban Licenciatura en Letras. Pero después de cinco meses en clases, en calidad de oyente, no pudo formalizar su cupo.
«Terminé en una universidad privada: la Católica Andrés Bello, donde tuve un excelente desenlace. Yo soy agnóstico, pero los jesuitas tienen un placer extraordinario por el conocimiento y ese rigor me gustaba. Además habían muchas muchachas, en el salón de clases eran 42 mujeres y tres hombres», recordó entre risas.
Búsqueda de su voz
En el segundo año de la carrera, Leonardo Padrón comenzó a practicar la escritura de la poesía y, entre amigos, se generó la idea de crear un club literario.
Así fue como nació el Grupo Guaire, abrigando a una generación de creadores que buscaban escribir su ciudad y reconocerse en su territorio.
Del dicho al hecho
Considerado por él mismo como un cinéfilo, este escritor tuvo la oportunidad de estudiar Guión de cine durante su misma carrera.
No tardó en llegar la oportunidad de acercarse a los audiovisuales y se inició en la producción del programa A puerta cerrada, que para ese entonces dirigía Nelson Bocaranda.
“Era un espacio participativo, se leían preguntas al aire, pero si no sonaba el teléfono, yo jugaba a ser público y formulaba las preguntas que encendían la polémica”.
Así fue como comenzó a dibujar personajes. Se inventaba nombres, geografías y problemas. La ficción lo enganchó.
Él estaba seguro de que su lugar era donde estuviera la palabra: En los drámaticos, a los que llegó años más tarde.
Sus habilidades para la producción se dieron un paseo por VTV y Venevisión, pero luego volvió a RCTV y allí tuvo su primera oportunidad de escribir para una telenovela.
“Alberto Barrera Tyzka estaba escribiendo con Salvador Garmendia, pero se iba a una novela con Ibsen Martínez y se dio la oportunidad de que yo entrara con Salvador. Por supuesto que acepté”, contó. Se trataba del dramático Amanda Sabater.
Conexión con un larense
Leonardo Padrón atesora gratos recuerdos de su relación con el escritor barquisimetano Salvador Garmendia.
«Para mí era un viejo duende. Recuerdo esa figura de él, de larga barba y una visión sarcástica de la realidad. Era un sabio (…) cuando llegué a él ya estaba como cansado de la televisión; estaba más allá del bien y el mal. Era una gloria de la literatura nacional y ya estaba escribiendo televisión con la mano izquierda, lo que hizo que él me empezara a entregar el mingo», contó.
Entre los mejores momentos estaban las extensas caminatas por el boulevar de Sabana Grande, donde Garmendia le contaba a Padrón todo lo que vivió cuando abandonó Barquisimeto para radicarse en Caracas.
En la pantalla
De una literatura más profunda llegó a los dramáticos de televisión. Muchos señalaron a Leonardo Padrón, asegurando que le había vendido el alma al diablo. La ironía es que 15 años después, esos mismos poetas que lo descalificaron, lo llamaron para pedirle trabajo como escritores en sus telenovelas.
Y es que desde sus inicios, las historias de Leonardo Padrón han estado signadas por el éxito. Para él, la más compleja ha sido Cosita rica (2003 – 2004 en Venevisión). «Era una novela de corte sociopolítico en un momento convulso del país. Recuerdo incluso que el Gobierno llegó a llamar al canal, porque yo tenía ahí un álter ego del presidente Chávez, que se llamaba Olegario».
-¿Dónde radica la diferencia entre escribir novelas y cine?
-Cuando estás en televisión tú decides, porque eres el padre de la criatura y todos te hacen las preguntas a ti. Pero en el cine sólo eres el punto de partida; escribes el guión y después tienes que masticar vidrio porque muchas líneas que escribiste se van a quedar en el camino, o hay escenas que cuesta mucho dinero hacerlas.
-¿Entonces qué le genera mayor satisfacción?
-Hacer cine siempre será un reto porque es una estructura estética mayor. Pero la televisión termina siendo más mía.
-¿Cómo ve el trabajo de la Villa del Cine?, ¿Considera cierto que hay que asumir su misma posición política para ser tomados en cuenta?
-Sería injusto decir que todo lo que hacen necesita un filtro político. No es así, porque hay muchos actores que no están con el Gobierno, y hay películas que no tienen nada que ver con su visión socialista. Una de las cosas que le reconozco al Gobierno es la Villa del Cine, sería mezquino negarlo.
-Fijar posición política en este país cuesta trabajo, ¿cómo ha manejado las consecuencias de ser un opositor confeso?
-Ha tenido sus costos; me han hackeado la cuenta de Twitter dos veces y el hacker, soberbio, me llamaba para burlarse y decirme que me tenía en sus manos, mientras que Mario Silva mostraba mi contrato de Venevisión en su programa. Era evidente que había una conexión (…) también me llamaban a mi casa para amenazarme de muerte. Son sucesos que te quitan el sueño.
Seguro de que no se podría hacer una nueva Por estas calles en la Venezuela de hoy, el escritor también recordó que la calidad de los dramáticos nacionales ha bajado. «Ha habido meses sin una sola novela venezolana al aire. El cierre de RCTV fue una bomba atómica, y ahora Venevisión no tiene con quién competir. La competencia estimula la creatividad».
Twitter foro
Los lectores de EL IMPULSO, a través de la cuenta de Twitter @elimpulsocom, también participaron en este Desayuno – Foro, enviando sus preguntas al reconocido escritor venezolano Leonardo Padrón.
-¿Es cierto que todo escritor tiene su musa?
– La gente tiende a asumir que la musa es la mujer; y para mí la musa es la condición humana… Un taxista en Nueva York me detonó una cantidad de ideas, y pensé que podía ser un personaje para una película, o una crónica.
-En este contexto rojo rojito, ¿usted puede vivir de su talento?
-Bueno, sí. Estoy viviendo de mi talento. Tengo mucho trabajo. Aún hay nichos para sobrevivir en este país, uno aún no puede asumirse en el apocalipsis. Creo que la premisa es crear permanentemente dentro de un país que está en la oscuridad.
-¿Ha pensado en escribir alguna vez una novela donde el desenlace sea Barquisimeto y sus alrededores?
-Esa siempre es una pregunta muy regional. Tendría que pasar un buen rato aquí. Invítenme y veamos qué parte de Lara me contagia eso.
-¿Qué lo motivó a escribir su más reciente libro Kilómetro cero?
-Me enamoré de un género que es la crónica y me decidí a forjar una obra en el género de la crónica, porque cada vez leo más crónica y quiero escribirla más (…) con esa columna quincenal en El Nacional se sistematiza esa pasión por la crónica, de paso la respuesta del público con este libro me hace sentir que estoy por buen camino.
-¿Cuál es su posición frente a la cancelación de su presentación en Barquisimeto con El Des-concierto?
-Mi posición es que volveré a Barquisimeto a hacer El Des-concierto en el escenario que sea. Trataré de que el desconcertado no sea yo. Todavía estoy tratando de entender que fue lo que pasó.