Ya sabemos que la alimentación es un acto fundamental para nuestras vidas, y que dependiendo de los alimentos que tomemos podremos sentar unas bases saludables o quizás más perjudiciales para nosotros. Sin embargo, es necesario adquirir conciencia de esa importancia, y de ahí que te plantee las siguientes preguntas.
¿Es lo mismo nutrirse que alimentarse?
En realidad existe una gran diferencia, a pesar de que se mezclan los límites de una con la otra. Alimentación se entiende como el proceso por el cual ingieres una serie de sustancias que están contenidas en los alimentos que forman parte de tu dieta, y que son necesarios para la nutrición. Es decir, es la parte mecánica del proceso de ingerir alimentos. En cambio, la nutrición es el conjunto de procesos por el cual ingieres, absorbes, transformas y utilizas las sustancias que se encuentran en los alimentos. La nutrición necesita conciencia y responsabilidad por tu parte, pues implica tu libre elección de escoger el tipo de alimentos que vas a consumir.
¿Cómo influye la nutrición en nuestra salud?
La nutrición cumple cuatro objetivos:
- Suministrar energía para el mantenimiento de las funciones y actividades de tu organismo.
- Aportar materiales para la formación, crecimiento y reparación de las estructuras corporales.
- Suministrar las sustancias necesarias para regular los procesos metabólicos.
- Reducir el riesgo de algunas enfermedades.
¿Es posible que también afecte a nuestro estado de ánimo?
Por supuesto que lo hace, teniendo en cuenta algo muy sencillo: mira, tus reacciones emocionales están controladas por la amígdala. El neocórtex, es quien te ayuda a poder gestionar correctamente esas emociones, poniéndolas a tu servicio y a tu favor.
Cuando te alimentas de una manera desequilibrada, se producen tóxicos en tu sangre, con lo cual la calidad de la misma es inferior. Las células que alimentan tu cerebro, absorben sus nutrientes de la sangre, con lo cual la nutrición de tu cerebro es insuficiente.
Esto produce que tu neocórtex no tenga tanta capacidad para gestionar tus emociones, y la amígdala coge fuerza. Tus reacciones estarán condicionadas por la amígdala, por eso puedes tener más alteraciones hacia los extremos. Por ejemplo, en el caso del miedo. Puedes sentir hacia una situación determinada, una temeridad excesiva o una timidez extraordinaria.