Para el venezolano común, este período, está signado por la escasez y el alto costo de la vida. Los estudios de opinión recientes, de firmas reconocidas como el IVAD, reflejan claramente un notable hartazgo e insatisfacción, superior al 60 por ciento, de la población con la gestión de Nicolás Maduro. El grueso de los venezolanos no sólo percibe que su situación de vida ha empeorado, sino que también tiene pocas expectativas de que mejore en el corto plazo. Con este telón de fondo, de problemas generalizados y agudos, el gobierno lanza su “Noticiero de la Verdad”, en dos emisiones diarias a través de cadenas nacionales de radio y televisión. Así lo ha anunciado el propio Maduro como una estrategia contra la “invisibilización” de los medios privados hacia su gestión.
Hace poco citamos cifras recientes de la continua y abultada aparición mediática de Nicolás Maduro en la pantalla chica venezolana. De una jornada laboral promedio de 8 horas, el presidente dedica un 20 por ciento de su jornada como jefe de Estado a aparecer en la pantalla chica. Siendo tan pantallero, según las cifras que sistemáticamente recoge la iniciativa Monitoreo Ciudadano (http://www.monitoreociudadano.org) resulta paradójico o deberíamos decir cínico que sea Maduro quien hable de que es “invisibilizado” por los medios de comunicación. Cada día, en promedio, Maduro aparece algo más de 90 minutos, es decir una hora y media a través de la señal gubernamental de Venezolana de Televisión (VTV). A eso debe sumársele una media hora adicional, otros 30 minutos en promedio, que el presidente interrumpe la programación habitual de la radio y televisión en Venezuela con sus cadenas que son de obligatoria transmisión por la red de medios radioeléctricos del país.
Paralelamente, la estrategia oficial de cercar la comunicación en Venezuela se fortaleció con la llegada de Maduro al poder. La venta de medios a empresarios afines al gobierno, la renovación de una concesión y reuniones privadas con los propietarios de medios, entre otros aspectos, se utilizaron para presionar sin ambages a estaciones de televisión para que invisibilizaran al líder de la alternativa democrática, Henrique Capriles Radonski, después del discutido (y en cualquier caso reñido) resultado electoral del 14 de abril. Precisamente en una cadena nacional del 18 de abril, Maduro expresamente le exige a la televisión nacional que deje de transmitir las alocuciones de Capriles Radonski. Quien tiene el poder de invisibilizar, a través del chantaje y la coerción, como Maduro, intenta presentarse como víctima de la política en la cual en verdad es el victimario. La mentira es una herramienta política del gobierno.
Así como quien es el censurador pero se presenta como el censurado, del llamado noticiero de la verdad en realidad no podemos esperar sino que sea lo contrario. Las más recientes cadenas de Nicolás Maduro reflejan hacia dónde se dirige su estrategia mediática. Hace esfuerzos por mostrar logros, magros logros en el mejor de los casos y generalizada ineficiencia en la mayoría, y para ello apela fundamentalmente a la construcción mediática. No se trata de que el chavismo efectivamente quiera resolver los problemas de fondo de esta sociedad (no lo ha hecho en 14 años), sino que su acción es fundamentalmente para apuntalar su imagen. Lograr ser percibido como el gobierno a favor de los pobres, por éstos, no busca resolver el problema de la pobreza sino que es la coartada perfecta para permanecer en el poder. Pura imagen, a fin de cuentas.
Maduro apostará a presentar una suerte de “Alicia en el país de las maravillas”, con transmisiones obligatorias en el horario prime time de la televisión nacional. Ese “Noticiero de la Verdad” será en verdad otro recurso para mentir, para desviar la atención de los problemas de fondo. Con los recursos comunicacionales que tiene a su alcance, la sociedad democrática deberá desnudar las falsedades de este régimen, y los ciudadanos cobrar conciencia plena de la importancia que tendrá votar el venidero 8 de diciembre.
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