LECTURA – FRANCISCO

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De «La Tempestad», de Shakespere, para unirlas a las mías he tomado unas palabras para decir: Quién no siente en si mismo, con el corazón conmovido y contrito las palabras del Papa Francisco, en su ayuno y oración del día sábado 7 por la paz en Siria, listo está para la traición y el mal y su inmundo cuerpo, ayuno de espíritu, perderá irremediablemente el amor de Dios.
No es justo que a la humanidad toda se le conduzca, guiada por endemoniados poderes, al holocausto de la muerte. Ese espíritu que priva entre  los más poderosos  es una indudable demostración de que no son buenos ni para sus propios pueblos, sus propios gobernados. Ante el conflicto de la destrucción mediante la agresión privan alevosos intereses que sólo mueven las  grandes potencias.
Practicante de la humildad y de la honestidad como lo ha dejado demostrado en todos sus actos, este Papa, es, quizá, el primero de la modernidad que practica el camino de Jesús. La ostentación no va en su indumentaria; tiaras y coronas descansan del uso. El báculo no es adminículo que le preocupa y la comunión parece ser su práctica con el pueblo. Pueblo mixto porque de todos los lugares poblados, la gente solidaria ha acudido al llamado sincero y espiritual, que en nombre del Señor, este discípulo de Jesus, cargado de fe y de los mas sanos deseos humanos ruega a Dios su divina intervención.
Los humildes de la Tierra, en la esperanza de que la vida no se trueque en muerte y exterminio, constituyen el ejército del Papa, máximo comandande de la fe y de la posibilidad cierta de la paz y el amor pregonada por el creador. Tanta gente contrita, en oración, debe constituir una fuerza deciciva para que los poderes del mal, de la desstrucción y del caos, sin sentimientos, tal vez, reflexionen acerca de los mezquinos propósitos que en ellos alienta. La inmimente amenaza conque retan a la humanidad a convertirla en conejillos de indias para sus endemoniados y crueles propósitos no es de seres de amor, de compasión, de bondad.
Seguidor de Jesús, Francisco, ora y ayuna para que la tentación de las armas desaparezca de las mentes perversas. Para que se reconozca que tanto ellos, los que proponen la destrucción, como la humanidad entera que cree en el poder de la palabra hecha oración, que somos hijos de un mismo origen creador. Que la plegaria del vocerío multitudinario es de todos por la paz. Que la palabra, también, es el más efectivo instrumento para que las diferencias, por agudas que parescan, se pueden conciliar.
En el curso del tiempo se dará algún día en el cual satisfechos y contentos podamos celebrar cómo el entendimiento condujo a los espíritus del mal; cómo los espíritus del bien evitan que un pueblo, que muchos pueblos, que todos los pueblos; la humanidad del planeta, se haya liberado del sacrificio que encierra la agonía de morir como consecuencia de una salvaje intervención destructiva.
Hay una pena inevitable para quienes proceden mal, no se olvide que somos una sola especie, una sola humanidad. El parcelamiento es un capricho del hombre para levantar falsas verdades que dividen el criterio de la gente, que nos hace enemistarnos; que crea diferencias que como las que vivimos se hacen, aparentemente, irreconciliables. La armonía de los pueblos es posible cuando por  encima de los estados prive la unidad de sabernos los mismos.
¡Ojalá cuando es crónica vea su edición, la amenaza de guerra no se haya consumado¡

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