La polémica sobre si conviene o no llamar a, o convertir las elecciones del 8 de diciembre en, un plebiscito, parece estar fuera de la realidad política del momento, porque existen varios factores que lo hacen inevitable, estemos o no de acuerdo con su realización.
Los apretados resultados electorales del 14 de abril y la impugnación que formularon Henrique Capriles y la Mesa de la Unidad (MUD) ante el Tribunal Supremo de Justicia de la apresurada proclamación por el CNE y la juramentación por parte de la Asamblea Nacional de Nicolás Maduro como el ganador, convierten cualquier elección, bien sea local o regional en un verdadero plebiscito, porque tanto Capriles como el cuestionado Presidente Maduro tratarán de demostrar quién de ellos es el verdadero triunfador. De allí la solicitud de Capriles Radonski de ser nombrado jefe de campaña de las elecciones de Alcaldes y Concejales en todo el país; y el nombramiento a dedo que hizo Maduro Moros para proponer sus candidatos y la utilización de todos los poderes del Estado en sus manos para tratar de ganar con obsceno ventajismo.
Y aunque es cierto, por obvio, que los problemas locales deben tener prioridad en la agenda de los candidatos a las alcaldías y a los concejos municipales, la mayoría sino la totalidad de esos problemas económicos y sociales tienen una raíz nacional. Los apagones recientes, que afectaron a casi todo el territorio nacional, es responsabilidad del ministro para la Electricidad y del Presidente de la República. La denuncia la tienen que hacer los candidatos locales y el jefe de la Campaña Henrique Capriles, con evidente repercusión en los resultados electorales locales, que serán computados nacionalmente, lo que en los hechos resulta una campaña plebiscitaria.
El alto costo de la vida en ciudades y parroquias del país se origina en las políticas económicas equivocadas del Ejecutivo Nacional. Y qué decir de la inseguridad de las personas y sus bienes materiales, ante la incapacidad de más de 20 planes nacionales para combatirla, que han sido un rotundo fracaso en las ciudades y en el campo. Lo mismo se puede afirmar del desempleo y del abandono de hospitales y escuelas a escala nacional. El atasco del transporte y la falta de agua, requiere de grandes recursos económicos, que sólo los dispone el Poder Nacional. Y hasta los huecos de las calles y de las carreteras troncales o de penetración agrícola sin el suministro de asfalto es bien difícil taparlos.
Por todo lo dicho hay que prepararse para una jornada electoral plebiscitaria y disponerse a ganarla con una ventaja tal que impida que el Estado autocrático que dirige Nicolás Maduro en connivencia con los hermanos Castro de Cuba, confunda o amilane la voluntad de los votantes, para lo cual es fundamental derrotar el pesimismo en algunos y la campaña abstencionista de otros que se consideran más visionarios y capaces que todos los integrantes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y pretenden trazarles, como línea política, a los electores lo que es su visión política personal, en algunos casos muy respetables pero discutible y en otros un grave error al pretender atajos distintos a las elecciones.
También hay que prepararse para hacer imposible, con una alta votación, cualquier manipulación fraudulenta de la mayoría de CNE, que recibiría una respuesta contundente en la calle.
Por último, también resulta fundamental una victoria inobjetable de la Alternativa Democrática, para cambiar un panorama político excluyente, para convencer a todos los sectores e instituciones del país, de que es necesario aceptar el veredicto de las mesas electorales, para no aumentar la tirantez, el conflicto social, político y económico que atraviesa la población venezolana, dividida en dos grandes bloques activos en la confrontación política, y evitar una posible explosión social, poniéndole un valladar de reconciliación y progreso para todos los venezolanos. No más polarización, no más odio ni amenazas de violencia entre los ciudadanos, creyendo que sólo existe una verdad para conducir el país, y esa verdad la tiene un grupo grande o pequeño que discrimina al otro. Hay ejemplos en América Latina y en el mundo de que mediante el voto, la vía pacífica, se puede salir de una autocracia personalista y hasta de una dictadura, aún gobernando en nombre de las Fuerzas Armadas como le pasó a Pérez Jiménez. Cada día hay que confiar más en la dirección política de la MUD, conjunción de jóvenes y experimentados dirigentes que han hecho de la política un apostolado y una razón de vida de convivencia civilizada.
El prebiscito
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