El impacto tecnológico en todos los órdenes de la sociedad no está en discusión. Quienes duden de ello y no terminen de apreciarlo en su magnitud real pueden constatarlo mirando en retrospectiva, sobre todo en un análisis histórico del llamado tipo estructural, en el cual se amplía considerablemente el tiempo de comparación. Algo de esto refiere la profesora Carlota Pérez, en su libro: “Revoluciones Tecnológicas y Capitalismo Financiero”. (Siglo XXI Editores, 2004).
La obsolescencia que acusan, por decir lo menos, los artefactos y equipos de uso cotidiano en el hogar, en el trabajo, en los negocios y, en cualquier actividad, en general, es patética, como producto de las innovaciones que impulsa el nuevo paradigma tecnoeconómico que se gesta en cada época, a lo largo de esas revoluciones tecnológicas. Cinco en total, desde la primera, en 1871, hasta la actual, que se inicia en 1971, con la aparición del microprocesador Intel, según describe magistralmente la citada autora.
El mundo del periodismo se ve hoy fuertemente sacudido por la llegada de la denominada era digital y la recomposición que propicia el capitalismo financiero, presagia no sólo un cambio en los medios impresos, sus formatos, sus contenidos, sino también en la manera de manejarse en el mundo de los negocios. Especialistas en el tema, en una visión de largo aliento, anuncian la desaparición de los periódicos, tal como los concebimos tradicionalmente. Es cuestión de tiempo. Los signos comienzan a evidenciarse.
No creemos que sea resultado de la tentación que sienten los grandes poseedores de fortuna por una suerte de “hobby”, que los lleva a comprar los grandes diarios, como parece sugerirlo Roberto Savio, si nos atenemos al título de su artículo: “Los periódicos: juguetes de multimillonarios”. La dinámica propia del sistema que lleva a incursionar en otros ámbitos de los negocios, parece más razonable. En otras palabras, se trataría de una práctica económica que busca optimizar la reproducción del capital, orientando las inversiones hacia el sector vanguardia de la revolución tecnológica, con toda la carga de innovaciones que tales decisiones llevan aparejadas. Sin dejar de reconocer que muchos de sus argumentos son válidos.
Las empresas periodísticas nacen como empresas familiares y ese rasgo característico, típico de la época de los “grandes capitanes de industria” que luego cede ante la figura de las sociedades anónimas o compañías por acciones, se mantuvo firme hasta años atrás. Refiere Savio, que Los Angeles Time fueron propiedad de los Chandler; los Copley, del San Diego Tribune; los Cowles, del Minneapolis Star Tribune; y los Bancroft, de The Wall Street Journal, el New York Times, de los Sulzberger. Igualmente, la familia Graham fue propietaria del The Washington Post, durante cuatro generaciones. Dicha situación es similar para el ámbito mundial, incluyendo América Latina y Venezuela.
También proliferan los casos de Rupert Murdoch, Silvio Berlusconi, Warren Buffett. A ellos se suman, Jeffrey Bezos, creador de Amazon, al comprar The Washington Post, por 250 millones de dólares.; y, John Henry, accionista mayoritario de los Medias Rojas de Boston, al hacer lo propio con The Boston Globe. Años atrás, el primero llegó a valer 1000 millones de dólares; y, el segundo, 1100 millones de dólares. ¿Costo de oportunidad? ¿Crisis financiera? Combinación de ambos.
En ese contexto, se advierten otras tendencias. La desventajosa competencia que comienza a representar las noticias que ofrecen gratis los portales de Internet, incluyendo la posibilidad que cualquiera, con un dispositivo móvil o tableta, las lean y las produzcan. Google, Facebook, Mocosoft, Yahoo están en esa onda, a la caza de usuarios, clientes potenciales y consumidores, en mercados estratificados cuya información requieren las grandes compañías para planificar sus estrategias de mercadeo.
Analizando el caso estadounidense, J.J. Hernández, destaca que en la industria de medios impresos se registra un continuo declive tal como lo muestran las cifras relativas a ingresos y número de personas empleadas, lo cual revela que la crisis en el último decenio ha empeorado, en contraste con el avance del periodismo digital y otras plataformas de comunicación a través de las redes sociales. De allí, la pregunta que deja en el aire: ¿Los medios impresos son ya una reliquia del Siglo 20?
Planteamientos – Internet cambia el periodismo
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