LA CIUDAD COMO TEMA – LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL ARQUITECTO

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“No solemos pensar en eso, preocupados por asuntos que consideramos más importantes o simplemente distraídos cuando circulamos por una ciudad o un edificio, sin pensar en el efecto que un espacio determinado tiene en nosotros. Pero la arquitectura es un asunto directamente relacionado con la calidad de vida. Cuando es descuidada, irresponsable, crea problemas de circulación, de densidad, de contaminación visual. Cuando es acertada, humana consciente del entorno, produce bienestar, mejora un entorno urbano, irradia, incluso, belleza.
Cuando esa arquitectura es pública –digamos, digamos la que está destinada al uso de mucha gente, la que está abierta al colectivo y no es patrimonio exclusivo de una empresa o una familia– todos los efectos positivos y negativos se potencian. La buena arquitectura pública genera sentido de pertenencia, contribuye a que se sigan las normas y favorece la convivencia, el disfrute del aire libre o de la cultura, la comunicación entre la gente que cohabita en una ciudad. Baste recordar el efecto que tuvo para la ciudad de Caracas la construcción de su metro, sobre todo en los 80 y 90: todos recordamos como esas magnificas instalaciones nos revelaron que podíamos comportarnos mucho mejor de lo que siempre habíamos pensado y de paso transformaban, para bien, espacios como Sabana Grande. Pensemos tambien en lo que era el Paseo Colon en Puerto La Cruz para quienes lo visitábamos cuando era tranquilo y seguro, o ese milagro que es la Abadía de San José de Güigue, en Carabobo.
La arquitectura pública incluye el problema de la movilidad, uno de los más graves en las grandes ciudades venezolanas: el que contemos con mejores sistemas de transporte público es indispensable si queremos menos colas y más tiempo disponible para todos nosotros. En ese sentido, obras recientes como el TrolMerida o la extensión de los metros de Valencia y Maracaibo merecen respaldarse, por muy costosos y problemáticos que sean sus procesos de construcción. Y tambien se ocupa del espacio abierto: lo que por fortuna se ha hecho en la avenida principal de las Mercedes, en la Plaza de los Palos Grandes y ahora en el boulevard de Sabana Grande: lo que lamentablemente no se ha hecho en el aeropuerto de La Carlota, el parque que todos necesitamos para conectar el norte con el sur, o en el Parque del Este, agujereado (espero que temporalmente) con el cráter que crearon en lugar de la Carabela de Colon.
Hay mucho, mucho que hacer en Venezuela para combatir nuestros innumerables inconvenientes como nación. Pero una buena arquitectura debe estar entre las prioridades. Es una de las mejores formas de aprovechar la renta petrolera en un país predominantemente urbano como este, nos guste o no, y como países similares como Colombia y Brasil lo han demostrado, un camino para la justicia social y la reducción de la violencia. Tumbando casa y construyendo torres no hacemos sino aumentar la densidad y el tráfico. Creando espacio habitable, que comunique, que sea para las personas y no para los carros, reducimos las brechas entre nosotros que tanta desconfianza producen, y nos proporcionan a todos –pero sobre todo a los niños y a los ancianos- espacios más humanos, donde podamos reconciliarnos con este lugar y con nosotros mismos.”
El texto anterior fue escrito por Rafael Osío Cabrices con el titulo “Por una buena Arquitectura Publica” y publicado en el libro “Apuntes bajo el aguacero”. Lo leí cuando intentaba escribir acerca de este tema y decidí compartirlo con ustedes sintiendo que no podía escribirlo mejor.
Pero no es fácil definir el concepto de responsabilidad social aplicado a la arquitectura pues ella está implicada en prácticamente todos los aspectos de la vida humana en tanto que diseñadora y materializadora de los espacios donde los hombres realizan sus actividades múltiples y complejas y siempre cargadas de contradicciones: lo que para unos es excelente, para otros no lo es en absoluto. Una arquitectura socialmente responsable es más fácil soñarla que lograrla. Y la responsabilidad del fracaso de la arquitectura pocas veces es responsabilidad exclusiva del arquitecto que la proyectó. Además, un conjunto de arquitecturas buenas no hacen necesariamente una ciudad buena ni una sociedad tambien buena.

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