El pasado fin de semana el Ejecutivo Nacional llevó a cabo el llamado Censo Comunal 2013 a nivel nacional, en el cual se inscribieron 33 mil 223 Consejos Comunales y 1.234 Comunas, una cifra que, según leemos en la reseña de prensa, superó las 889 que tenía identificadas el Ministerio para las Comunas y Protección Social. El presidente Nicolás Maduro, al realizar el balance de dicho censo, y comentar que este 14 y 15 de septiembre se llevará a cabo una segunda jornada, indicó que esto ayudará a construir la “nueva democracia comunal” (El Nacional, 09-09-13).
Con el tema comunal sucede lo mismo que cuando se menciona el de la participación. La “obviedad” de su invocación como herramienta de organización popular en tanto deseo o aspiración de cualquier gestión gubernamental, tiende a soslayar, o a descuidar las distorsiones de las premisas y valores que justifican, desde las normas y la acción estatal, el funcionamiento de dichas instancias organizativas.
¿Esto qué quiere decir? Que la idea de promover la organización y trabajo conjunto de grupos comunitarios, para apoyar el funcionamiento y realización de proyectos de construcción o mejoramiento de alguna carencia del sector, barrio o urbanización, suena loable, positivo, pertinente. Sin embargo, supeditar el registro, la entrega de recursos o el apoyo de cualquier tipo que el Poder Central otorga a ese Consejo Comunal o Comuna, al irrestricto apoyo político, a la generación de una clientela político-electoral, o a la exclusión de actores o grupos considerados críticos o disidentes, desvirtúa y desnaturaliza la noción, la idea originaria que en su momento, convenientemente, promovió Hugo Chávez. Curioso también que estos operativos de registro, censo o solicitud de datos se realicen o “coincidan”, en fechas próximas, con procesos electorales.
Por otra parte, las Comunas y Consejos Comunales se inscriben en esa larga y fallida lista de experimentos que desde sus inicios, la “revolución” ha realizado, en la idea de generar un modelo alternativo, “socialista” de participación, economía y democracia, pero que le permitiera además ejercer y consolidar su control político. Cooperativas, círculos bolivarianos, fundos zamoranos, cultivos hidropónicos, empresas de producción social (EPS), núcleos de desarrollo endógeno. Las denominaciones abundan, no así el éxito ni la eficacia funcional de muchas de ellas.
En el terreno económico, mientras Merentes reconoce el fracaso del esquema cambiario, atribuyéndole también, aunque sin decirlo, su cuota de peso en la parálisis productiva del país al enfrentamiento con sectores empresariales, Maduro anuncia ya la creación de un “nuevo” mecanismo que complemente a Cadivi y al SICAD, preparando el terreno para operaciones en el mercado del dólar permuta. Desandamos los pasos, mientras agradecemos a Giordani por los horrores cometidos.
En la calle, al borde de cada quincena, la inflación adquiere un cariz apocalíptico, haciendo polvo cósmico el poder adquisitivo de la frágil economía familiar, mientras colapsan hospitales, clínicas, comercios, servicios, ventas de repuestos, y las promesas siguen emergiendo del foso de los fracasos socialistas, en pleno clima electoral, a la par también del escepticismo y la resignación.
La contradicción es una sombra que acompaña el paso torpe de Maduro. Su gobierno se empeña en seguir acusando al imperio o a la oposición, de todos los problemas que no se han resuelto en 14 años. Maduro rompe las reglas de la economía, esas que señalan como nocivos los controles excesivos, la eliminación de la participación privada y alientan el crecimiento de un omnipresente Estado Empresario, que sólo genera escasez, desconfianza, parálisis y estancamiento. Maduro rasga sus vestiduras y manipula el tema comunal, y en lugar de apoyar una real descentralización del Estado, que promueva y le de base a estas formas organizativas comunales en la gestión de proyectos puntuales, bajo autonomía y tolerancia, aspira en cambio supeditarlos a una obediencia clientelar descarada, y como herramienta de desarticulación de la institucionalidad municipal y de gobiernos regionales. Esta “fervor” comunal, quizá sea una forma de evitar también una pérdida de control o espacios, en un escenario post-8-D en el cual la oposición resulte victoriosa.
Camina así Nicolás en la cuerda floja de una paradoja. La paradoja económica y comunal.
@alexeiguerra
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