«¡Independencia!», gritan cientos de miles de catalanes, casi al unísono, mientras alzan los brazos al aire con las manos entrelazadas formando una inmensa cadena humana que este miércoles recorrió la región en una mezcla de fiesta y reivindicación.
Un repique de campanas en las iglesias de numerosos pueblos marcó las 17H14, la hora precisa en que los manifestantes, reunidos desde hacía horas a lo largo de los 400 km del recorrido, debían darse las manos.
«Ya sabía que la cadena iba a ser un éxito, pero ahora que se ha evidenciado, espero que los políticos nos escuchen de una puñetera vez», decía Miguel Oliva, cocinero de 38 años, congregado junto a miles de personas en el centro de Barcelona.
Sobre un escenario instalado en la Plaza de Cataluña, una orquesta tocaba la Oda a la Alegría de Beethoven y después el Cant dels Segadors, el reivindicativo himno catalán, mientras una pareja de ancianos escuchaba con el puño izquierdo alzado y lágrimas en los ojos.
Por todas partes ondeaban las ‘esteladas’, banderas catalanas de color rojo y oro ornadas con una estrella blanca, y las calles de la ciudad por donde no transcurría la cadena humana estaban casi desiertas.
Participaba en el tramo que cruzaba el estadio Camp Nou del Barça, donde muchos vestían la camiseta del club –especialmente la segunda equipación, que este año lleva los colores catalanes– y se declaraba «muy emocionado» de poner su eslabón en el lugar donde juega Leo Messi.
Buscando mandar una imagen al mundo, la cadena recorrió algunos de los lugares más emblemáticos de Cataluña, como el templo de la Sagrada Familia de Gaudí, en Barcelona, y el Museo Dalí, en Figueres.
Ante el museo, unas 200 personas recrearon con paraguas naranjas y negros, según imagenes de la televisión, un reloj que efectuó la cuenta atrás hasta las 17H14, hora a la que se fundió imitando el célebre cuadro «La persistencia de la memoria», de Dalí.
Todo previsto para ser observado desde el cielo, como en el pueblo de Riudellots de la Selva, a unos 75 km al sur de la frontera francesa, donde se desplegó una kilométrica bandera catalana, o en la plaza de España de Barcelona, sobre cuyo césped se escribó en enormes letras amarillas «We want independence» (Queremos la independencia).
En otros lugares, los vecinos marcharon, acompañados por gigantes y cabezudos, personajes típicos del folclore catalán, hasta el tramo más cercano de la cadena que, bautizada «Vía Catalana hacia la Independencia», exigió la organización en 2014 de un referéndum de autodeterminación.