Vivos colores que reposan en perfecta sintonía dan vida a los personajes del circo imaginario del artista plástico larense Antonio Montes de Oca.
Un horizonte de tonalidades habita el lienzo uniformemente. Trazos que se encuentran con otros para recrear ese mundo poco perceptible que se mueve detrás del escenario y que Montes de Oca, sin duda, sabe apreciar bastante bien.
Esta fantasía compuesta por más de 20 obras comenzará a itinerar por varias ciudades de Venezuela, comenzando el viernes 13 de septiembre en el Museo Carmelo Fernández de San Felipe, estado Yaracuy.
“Se trata de un proyecto en el que convergen obras de varios años, del 2009 al 2013. Realicé una selección de las pinturas de ese período sobre el circo, aunque es el mismo tema, hay una evolución en el trabajo”, expresó el caroreño.
Algunas obras son más figurativas que otras, añadió.
También se conoció que varias pinturas de esta individual han sido aceptadas en importantes salones de arte, entre estos, el Aragua y el Monagas.
Luego de San Felipe, la exposición vendrá a Barquisimeto. Luego partirá a Maracaibo y Caracas.
“La técnica sigue siendo la misma, el acrílico sobre tela. El tema ha variado un poco porque he ido desfigurando más la forma. Esto ocurre porque son personajes que voy creando, que no existen. Probablemente, cuando hablo de circo la gente se imagina un carrusel, en mi obra son personajes que están fuera del escenario, después de la función, en reposo. Es un mundo imaginario. Trabajo mucho con los recuerdos, con esa experiencias infantiles”.
-¿Por qué el circo?
-Porque nunca fui pequeño sino cuando era adolescente. Me lo imaginaba de una forma y, cuando lo conocí, preferí seguir imaginándolo a mi manera, con una carga un tanto surrealista, desequilibrada. Voy más allá del circo tradicional, rompo un poco con eso.
-¿Le gusta romper con el orden?
-Sin duda, siempre mi pintura ha sido algo desordenada, por ello hay personajes de cabeza. Trato de romper con el orden y buscar el equilibrio dentro de ese orden. Considero que ese es el trabajo del artista, personalizar el trabajo y no estar copiando e imitando. En el arte ya está todo hecho, lo que uno hace es trabar un tema con su sello. Voy organizando los planos y creando las formas; utilizando varios tipos de perspectivas, en muchas ocasiones aéreas o cenitales, creando situaciones de desequilibrios y caos.
-¿Cómo lo hace usted?
-El tema del circo siempre ha existido y lo ha hecho mucha gente, trato de hacerlo a mi manera con mi pincelada y mi descarga. Si lo hago idéntico no tiene sentido, la idea es buscar dentro de eso, buscó dentro de lo que no se ve. Trato de plasmar lo que no vemos detrás del escenario. El mundo de los camerinos es otro. Todo eso que queda en mi subconsciente aflora a la hora de pintar. Con esta exposición cierro una etapa de la serie, aunque será difícil desprenderse por completo por la manera en que ha calado en las personas.
-¿En cuanto al color?
-El color se ha mantenido, solo que en algunas predomina mucho el blanco. Soy muy colorista y voy cambiando. El color ha ganado madurez, a medida que vas trabajando, seriamente, no sólo los sábados y domingos, la obra va alcanzando madurez en la composición y color. Mi obra es muy colorida. Es mi sello. El discurso plástico es el elemento más importante, es quizás el que define mi obra. A través de capas superpuestas y una intensidad cromática de una oscura densidad, acompañado de trazos dinámicos a modo de cortas, gruesas y largas pinceladas, voy construyendo en el plano un híbrido entre lo figurativo y lo abstracto.
Atractivo e inquietante
Por otra parte, Rafael Principal, director del Museo Carmelo Fernández, destacó que se trata de grandes y medianos formatos. Ambiciosos e inmensos espacios sirven de marco a un imaginario frecuentemente recorrido por innumerables creadores en diferentes épocas. “Imaginario altamente atractivo pero inquietante, por el doble discurso que plantea: anecdótico y emotivo.
Discurso que -en este caso-, no es el motivo particular del interés del artista; es solo el pretexto para crear una metáfora ambivalente que le permita dar rienda suelta a sus visiones: acróbatas y contorsionistas sumergidos entre burbujas de colores, caballistas y equilibristas en posturas rítmicas, sinuosas e inquietantes; payasos y marionetas, así como rostros marcados por el color y que sin embargo siguen siendo expresivos”.