Reflexión
Para ser sincero, nunca conocí a Durval. Pero no es indispensable conocer a alguien personalmente para apreciarle. Pero sí conozco a su hermano Víctor Julio, a su cuñada Millín y a sus sobrinas y sobrino Iriana, Anairis y Jonathan. Y el dolor que produce la muerte repentina de un ser querido, también lo conozco. A ellos mis condolencias. Hasta Jesús conoció ese dolor cuando murió Lázaro. Es el mismo para cualquiera, solo cambia su intensidad de acuerdo al conocimiento que tengamos acerca de la muerte. Será diferente, si vamos a las Sagradas Escrituras y aprendemos de lo que dice Dios. Pero, si dejamos que nos consuelen con tradiciones o equivocaciones, nunca habrá consuelo verdadero para nadie, mientras vivamos en este miserable planeta de pecado.
La muerte y la política en la vida del cristiano, será reiterativo en esta columna, aunque no agrade a algunos, por cuanto son dos temas que pueden llevar al profeso cristiano lejos de Dios. Por lo cual, creemos es hora de acercarnos con humildad genuina, con mayor entrega al Señor y su palabra. Estudiando los textos en su debido contexto y echando mano de la palabra profética, para colocar un piso firme donde afianzarnos. Y cuando vengan los movimientos telúricos de la autosuficiencia y las influencias de doctrinas erróneas, no se nos abra el piso y nos trague el abismo de la falsa piedad, el orgullo o la ignorancia.
La verdad, hay muchas tergiversaciones acerca de este tema. Levantan doctrinas basándose en textos aislados, como el de la parábola del rico y Lázaro. O “el fuego que no se apaga jamás” o el que dice, serán “echados en el fuego eterno”. Pero no se ocupan en estudiar la exégesis de las palabras. No toman dichos textos en su debido contexto. Y tampoco cotejan el Antiguo Testamento con el Nuevo. Dejando en el aire muchísimas dudas que en nada traen paz y tranquilidad al sufrido familiar. Por el contrario, surgen “iluminados cristianos” quienes aseguran que el difunto se fue al cielo y que pueden hablar con él. Colocándose peligrosamente en la presencia del mismo Satanás.
Les cuento. Una madre, cuyo hijo fue a pagar servicio militar en el ejército de Estados Unidos, en Vietnam, una mañana recibe la vista de una comisión uniformada de dicho ejército. Al abrir la puerta, le informan, como a muchísimas madres, que su hijo murió “defendiendo la paria”. Entonces, le entregan la bandera y la cadena con las placas de su identificación que llevaba colgado al cuello cuando murió. Aquella madre quedó devastada. No lo podía creer. El sufrimiento la estaba consumiendo en vida. Comenzó a visitar iglesias cristianas buscando un consuelo que nunca encontró. Hasta que se apareció una hermana y le dijo que ella tenía un amigo “cristiano” que podía contactar a su hijo en el cielo. Lo cual le animó sobremanera. En la primera sesión, el hombre “trajo el espíritu del hijo” y conversaron. La madre reconoció su voz y hablaron de experiencias vividas juntos. Los encuentros se repitieron, pero la angustia la abatía cada vez más.
Un día tocan su puerta y aparece su hijo uniformado. Ella comenzó a dar gritos de locura y le decía que él estaba muerto. Que ella había hablado con su espíritu. Que se fuera. El hijo y los vecinos al final pudieron calmarla, entonces le explicó que quien murió fue su amigo. Que habían cambiado las cadenas de identificación y por eso la confusión. Pregunto. ¿Quién era “el hijo” que hablaba con ella en las sesiones espiritistas? Responda Ud.
La Biblia lo explica, pero hay que estudiarlo con sinceridad. Con verdadera disposición.“Los vivos saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; hasta su memoria queda en el olvido. … Y nunca más participan en nada de lo que se hace bajo el sol. ”Ecl.9:5,6.Y para aquellos quienes afirman, que el muerto se va al cielo. La Biblia lo aclara también. «Los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos» La promesa de irse al cielo es cuando venga nuestro Señor. De modo que los santos que estén vivos no tendrán prioridad sobre los que ya murieron. Por tanto se cae el llamado rapto secreto. “Por eso os decimos en Palabra del Señor, que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron”1Tes. 4:15. O sea, que nadie se adelantará. ¡Nos encontraremos el martes que viene, con el permiso de Dios! “La Biblia es nuestra única certidumbre para esta vida”. Benjamín Franklin.