El sistema eléctrico nacional falla afectando a más del 70% de la población del país y no se explica realmente lo que pasó más allá de hipótesis que irán perdiéndose en la corriente noticiosa; unos motorizados protestan y terminan enfrentándose a la policía con armas de fuego y destrozando vehículos; las cárceles siguen controladas a lo interno por los propios presos. Estos son apenas unos pocos síntomas de una sociedad anarquizada, es decir en la que el Estado y los poderes públicos han perdido su capacidad de mantener el orden y garantizar la convivencia.
En las redes sociales como en algunos medios digitales las personas se han expresado, algunos generalizando que todos los motorizados son malandros, otros que dicen ser motorizados responden diciendo que son personas trabajadoras, y en el diálogo virtual se va creando una sensación de resentimiento, en el que el odio aflora entre ofensas y descalificaciones. En torno a la crisis eléctrica ocurre algo similar, unos y otros se descalifican, unos amenazan y los otros exigen acciones, el diálogo sordo se repite. Y así con todos los problemas del país, las versiones encontradas marcan el orden del día, nadie escucha a nadie.
Al final se ha instalado en el país una situación en lo que pase lo que pase la responsabilidad es del otro, algo que no es nuevo en la manera de actuar del venezolano. El problema es cuando el Estado como institución asume este papel, y además permite que entre todos haya señalamientos y al final no haya culpables (reales, y no por razones políticas). Esta es sin duda la máxima expresión de la anarquía, cuando la irresponsabilidad se instala en la vida social y el Estado no actúa para establecer responsabilidades (suyas como de terceros).
La tentación es grande para quienes piensan que la solución es un “estado policía”, que ejerza la fuerza y “ponga orden”, sustituir la anarquía por el temor, estrategia esta peligrosa y siempre con costos humanos elevados y por lo tanto injustificables. La solución real, aunque implica un mayor esfuerzo y no atajos autoritarios, es la “reinstitucionalización” del Estado, devolverle a los poderes públicos su legitimidad, el equilibrio entre estos, así como su alternancia, todos estos principios básicos de cualquier sistema democrático.