“Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia devuelve a Él” (Luis Pasteur)
La ciencia y la religión llevan cientos de años luchando contra los prejuicios, los dogmas, la duda y la superstición. Es un tema de nunca acabar cuyo fin siempre ha sido el de confirmar la existencia de Dios. (La opinión desplegada en este artículo es personal)
El análisis que hace al sufrimiento del ser humano Bart D. Ehrman, experto en el antiguo cristianismo, autoridad en el estudio y conocimiento de la iglesia primitiva y de los Evangelios, autor de libros de crítica, historia, leyendas cristianas, estudios e investigaciones independientes, incluyendo sus propias experiencias, lograron retirarlo del camino de la fe, cuando en sus indagaciones no pudo hallar una sola razón de por qué hay tanto sufrimiento en el mundo y por qué si venimos a ser felices es tan difícil serlo, por qué si antes venía Dios por cosas menos graves ahora se muestra indiferente ante las masacres, callado ante las guerras, la violencia, injusticias, terrorismo y odios del hombre, por qué si nos ama nos dejó expuestos a sequías, crueldades, guerras, hambrunas, pestes, holocaustos, tiranías etc. ¿Puede ser Dios un padre amoroso si permite que tantos niños inocentes sufran horriblemente? La falta de respuesta convenció a Ehrman de que todo seguiría hacia el abismo, sencillamente porque Dios no existe.
La existencia de Dios ha sido objeto de argumentos a favor y en contra discutido por filósofos, prelados y otros pensadores. Vivimos en un mundo materialista poco espiritual, en el que el hombre concentra en su interior sus grandes tempestades y también sus más horrendas dudas. Para algunos el sufrimiento es necesario, porque ayuda a crecer. Si el sufrimiento fuera imposible no existirían los desafíos ni los sucesos.
Para creer en Dios a unos nos basta con contemplar la naturaleza, la perfección del hombre, respirar el aire, oír la lluvia caer, poder pensar, palpar la textura de una flor, inhalar su perfume, ver el nacimiento de un niño, un animal o el retoño de un árbol, basta contemplar el musgo que crece sin prisa y va cubriendo las puertas de la vida, ver cómo trepa el mar la costa, maravillarse ante el perfecto límite que traza un arco iris sobre la cascada, ante el lucero que se mece sobre el manso río, escuchar el canto agradecido del ave al despuntar la aurora, disfrutar del alimento diario etc. Todo es vida y esperanza, en todo está la generosidad de aquel que no necesita dejarse ver para manifestar su divina presencia operante.
Para Newton creyente profundo de la belleza del universo, apasionado devoto de la simplicidad lógica del orden y armonía maravillosamente ordenada por esa fuerza axiomática, es la mano que tiene el poder de mover las constelaciones. Francis Collins genetista científico, quien descubrió el genoma humano, científico de mayor reconocimiento en la actualidad, expresa: “Igual que en una catedral a Dios se le puede encontrar en un laboratorio”. El problema de la humanidad no es Dios sino su falta de fe. La promesa de Dios (aunque nunca lo veamos) se materializa en cada descubrimiento de la ciencia.
No se puede culpar de todo lo malo que ocurre en el mundo a quien nos creó, nos amó, bendijo y nos entregó este mundo perfecto, hermoso, sin contaminación, sin odios. Nos dejó el libre albedrío para escoger el camino bueno o malo y la promesa de no intervenir. ¿Qué hemos hecho nosotros con el libre albedrío? Nos hemos atrevido a dudar de su existencia, hemos dañado y destruido nuestro ambiente, somos indiferentes ante el dolor de personas, animales y naturaleza, carecemos de amor y de conciencia, hemos elegido a los tiranos que nos oprimen, nos quitan la libertad y sus odios nos contaminan, apoyamos la guerra sin pensar en sus consecuencias, sin preocupación permitimos sean anulados nuestros principios y valores morales.
Dios no necesita mostrarse para que creamos en Él, se revela a sí mismo en la armonía de todo lo que existe. Nadie podrá nunca llegar a imaginar lo que es su grandeza y lo pequeño que es el cielo para medir siquiera parte de su inconcebible gloria.
La única realidad para los que creemos es que nos gusta creer en Dios y lo necesitamos.
La fe percibe lo impalpable, cree lo increíble, responde con el milagro. Por esto y por mucho más, es que no puedo concebir la vida sin Dios.
Por la puerta del sol – No puedo concebir la vida sin Dios
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