Usted no quiere acabar con la corrupción sino con la oposición. Si de lo primero se tratase, no buscaría poderes especiales por vía habilitante. Lo que persigue es afianzarse en la presidencia, ala que llegó por fraude. Y si hoy pide que lo hagan dictador es porque su gobierno es un barco sin vela, sometido al vaivén de los traficantes de su partido.
La transparencia y el comunismo son incompatibles. Lo son porque en ese sistema toda actividad productiva está controlada por los políticos y, bajo esa condición, la única industria favorecida es la de los sobornos. Sino lo cree, mire usted lo que ha logrado Cadivi. El control de cambio ha producido que el petróleo de los pobres financie los negocios de los ricos. Son estos los que, luego de obtener los dólares, los revenden en el mercado negro y pasan a engordarlos en los bancos suizos. Es verdad, no puede decirse que no sea usted equitativo en el reparto de los penes… perdón, de los panes. Cadivi no discrimina, sirve a todos los ladrones, a los que empezaron a robar durante el puntofijismo y los que iniciaron bajo la hipócrita protección de la revolución.
Si usted quisiera combatir la corrupción, acabaría con las leyes discrecionales que son base de su arbitrariedad. Gracias a ellas, el venezolano debe adular a un funcionario para obtener cualquier permiso y paga “peaje” hasta para que no lo asesinen. Cada trámite administrativo inútil es una fuente de matraqueo. Inténtelo, imagínese que usted trabajase y que tuviese que importar alpiste para pajaritos ¿A cuánta gente tendría que mojarle la mano en el proceso? ¿Quién, sino el consumidor final, pagaría por esos sobornos? Por eso es que le repito, usted no quiere acabar con la corrupción, porque para eso tendría que desmantelar su revolución de carteles. Prefiere, entonces, acabar con la gente.
Si desea apresar a los dirigentes de oposición, inténtelo. Pero no diga que fue por corrupción, para eso hay que tener la autoridad moral que a usted le falta.