En anterior comentario advertíamos sobre aplicación por el militarista corrupto régimen del principio fascista de propaganda: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. Así vuelven al magnicidio con el postulado del de orquestación: “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto».
Dado esos elementos volvieron al magnicidio con la creencia de que “Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones” (para desgracia nuestra, parecen acertar).
El cuestionado discurso en el Congreso que abrió puertas a su reelección, Rafael Caldera, rebatió la tesis del magnicidio como finalidad de la insurrección del 4 de febrero de 1992 (4F92), tal lo habían acordado las fracciones parlamentarias.
“No estoy convencido de que el golpe felizmente frustrado hubiera tenido como propósito asesinar al presidente de la república”, enfatizó el ex presidente.
Algarabía causó la alocución en Aristóbulo Istúriz, entonces diputado de la Causa R, quien dijo haber cometido un error en haberse sumado al consenso del acuerdo parlamentario y abdicó al respaldo.
Conquistada la Presidencia por votos, gracias al sobreseimiento que le concedió Caldera, el comandante líder del golpe hizo gala del intento de magnicidio, en la cual recibió clases de Fidel Castro que contabilizó 640, es decir 13.33 por año, de los 40 de su dictadura comunista.
Sin embargo, pese a los escándalos mediáticamente provocados, su autodefinido hijo en política sólo sumó 65 los fabricados, incluidos uno de la campaña electoral en 1998 y a la “inoculación del cáncer” que ahora denuncia su legatario. Pero este, invocando su formación directa en escuela cubana va en vías de superar al abuelo, no el maternal de Colombia, sino al ideológico (Castro). En 8 meses lleva elaborado diez.
En esta oportunidad se reanuda denuncia contra imputado magnicida, el capitán del Ejército que en el frustrado golpe del 4F92, dirigió el ataque criminal a la residencia presidencial La Casona, en la cual estaba la primera dama, Blanca Rodríguez de Pérez, en compañía de su hija Carolina, dos nietos, una hermana y otros allegados familiares, además los empleados.
Testimonios dan fe de la intención de asesinar a todos, comenzando por el presidente Carlos Andres Pérez, quien salió a Miraflores antes del arribo de insurgentes. Ese capitán es el hoy mayor general Miguel Rodríguez Torres, titular del Ministerio que además de Relaciones Interiores, complementa la denominación con lo que para su actuación es por demás contradictoria: Justicia y Paz. El acusa a los presuntos magnicidas de ahora.
Los que actuaron en el intento de magnicidio en 1992 plagian al senador de Acción Democrática David Morales Bello quien los combatió con el hurra ¡Mueran los golpistas!
NOTA AL MARGEN: Régimen sigüí castrista que nos desgobierna, no es más que un promotor del anticomunismo, porque nadie que practica el fascismo puede llamarse marxista.
Con voz propia – Mueran los golpistas
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