DICTAMEN – EL SALARIO-CIDIO

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Mientras el Gobierno importa el conflicto de Siria para meterlo de contrabando en la agenda nacional, en Venezuela se vive una crisis sin precedente, ya no sólo en lo político sino también en los social y económico. Hablar de Siria es mucho más fácill que dar la cara por los temas relacionados con la inflación, la escasez, la delincuencia, el desempleo, los apagones y el colapso de los servicios públicos. A Jesse Chacón se le fueron los cien días mostrando láminas, Nelson Merentes tuvo que admitir ya el fracaso de la revolución en materia económica y Rodríguez Torres ya no sabe qué estadística nueva inventar para ocultar que en Venezuela hay más muertos por la delincuencia desbordada que en Siria por la guerra civil. Lo que no hay es presidente que los boté y sustituya. Maduro huye hacia adelante para escaparse de su propio desgobierno y refugiarse en el conflicto internacional, tal y como los cubanos le ordenaron.
Incluso ya dejaron de hablar de las elecciones municipales, conscientes de la derrota que les espera por el carácter plebiscitario que ciertamente ha cobrado la cita del 8 de diciembre en la que inevitablemente se confirmará la ilegitimidad de Maduro y la voluntad de cambio del pueblo. La estrategia es desviar la atención de la agenda electoral para que no se hable de los problemas de la gente y del fracaso rotundo de los enchufados que heredaron el Gobierno. El conflicto en Siria y el Magnicidio son los temas escogidos en La Habana para que sirvan de salvavidas ante el deslave en las filas revolucionarias que sabrán cobrarle a Maduro la derrota de sus candidatos impuestos y la incapacidad de su gestión en todos lo ámbitos.
De esa manera pretenden mitigar la crisis o al menos evitar su discusión, como pasó ahora con el último aumento salarial escalonado decretado por el Gobierno que pasó bajo la mesa sin que nadie hablara de ello. Lo cierto es que aún con la entrada en vigencia del último aumento previsto, el salario mínimo en Venezuela equivale a “noventa bolos” (Bs.90) diarios, lo que quiere decir que un trabajador promedio no puede con su ingreso ordinario ni siquiera comer una vez al día. Esto es lo que quieren tapar con el cuento del magnicidio y la guerra en Siria. Estamos en presencia de un “sueldocidio” perpetrado por el supuesto “presidente obrerista” cuya gran obra ha sido la de pulverizar el salario de los trabajadores con una devaluación que sí no fue escalonada y que convirtió a Venezuela en el país con la inflación más alta del mundo. Si el tema de la corrupción se abordara con sinceridad y honestidad, se tendría que comenzar por entender que hay que rescatar el valor del trabajo en la sociedad y que mientras un sueldo no alcance para comer, se estaría fabricando corrupción y delincuencia diariamente. ¿Y qué está haciendo Maduro por reivindicar el poder adquisitivo del salario de los trabajadores? Nada.
Tenemos que generar el cambio político necesario para restituir el valor real del salario como herramienta de superación para el progreso individual y bienestar colectivo. Con noventa bolos al día nadie vive en esta Venezuela azotada por la inflación y a merced de un dólar oficial inexistente y un dólar paralelo desbocado. ¿Qué vamos a esperar? ¿Que el próximo primero de mayo decreten otro aumento escalonado de 30%, mientras la inflación acumulada es de 100%? No olvidemos que el barril de petróleo venezolano se sigue cotizando sobre los cien dólares, más del doble a lo presupuestado por el gobierno, lo que quiere decir que estamos en bonanza y la plata sobra. ¿Cómo explicar entonces la crisis y que las reservas vayan palo abajo? Estamos en presencia de una estafa, del robo más grande de nuestra historia, de un saqueo colectivo “cívico-militar” perpetrado por los enchufados, mientras que un ex compañero de Maduro trabajador del Metro gana un sueldo equivalente a tres kilos de queso blanco pasteurizado diario.
Mientras ocurren apagones masivos, mientras explotan las refinerías, mientras los pranes controlan las cárceles, mientras los militares matan inocentes en las alcabalas, mientras el pueblo hace colas para comprar comida, mientras matan a los policías y guardias nacionales a plena luz del día en las calles, mientras los buhoneros venden papel tualé con sobreprecios en los semáforos, mientras un trabajador formal gana menos de tres dólares al día; Nicolás Maduro interviene en el conflicto bélico en Siria mandándole una carta a Obama.

Menos mal que el 8 de diciembre tenemos la oportunidad de castigar tanto descaro, cinismo e ineptitud con nuestro voto para impulsar el cambio que la gran mayoría quiere de la mano de los mejores alcaldes y de la unidad democrática como la principal fuerza política del país. Que nos se nos olvide: La verdadera auditoría del 14 de abril, es la elección del 8 de diciembre.

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