El trasfondo de una posible intervención norteamericana (o aliada) en Siria, sabemos que tiene que ver con intereses geoeconómicos de larga data y es inevitable, que lo que termine ocurriendo allá, salpicará a muchos países, de distintos continentes.
A mí lo que no termina de cuadrarme en todos estos asuntos en los cuales se infiltran los «gringos» (o cualquier otra «potencia»), es que, previo a su intervención, ya esas sociedades han tenido rato sufriendo la opresión de sus compatriotas, es decir, el Sirio poderoso oprimiendo al mas desposeído.
Igual fue y sigue siendo en África; antes que llegaran los barcos negreros holandeses, portugueses, españoles (etc), las tribu más fuertes negras tenían rato ya esclavizando a las más débiles (o que no eran guerreras culturalmente); de hecho, durante un tiempo eran entregados los esclavos a los traficantes europeos, por sus propios «hermanos» africanos. Los antiguos pueblos europeos se esclavizaron entre ellos durante mucho tiempo, luego vino Atila, y casi los aniquila, incluso los separó y convirtió en enemigos entre si, dando origen a heridas sociales que tardaron mucho en sanar y lograr algo de reconciliación.
Acá en América Latina, mayas, aztecas, incas, toltecas, fueron durante mucho tiempo opresores de sus vecinos, es decir, sus hermanos; luego esto fue por manos de los colonizadores.
En fin, la incursión extranjera es vulgar, y muchas veces termina siendo rechazada por quienes en algún momento pensaron que podían ser liberados de un yugo.
Sin embargo, no menos dolor y vergüenza me produce la desigualdad y la vulneración de los derechos humanos, cuando viene por mano de un compatriota. Por el momento, espero que esto nos sirva de lección diaria para NUNCA permitir que algo, siquiera parecido, ocurra en nuestra hermosa Venezuela.