Nuestra labor como padres es la de delimitar reglas claras de conducta, límites, que ayudarán a los niños a guiarse por la vida seguros y confiados.
Imagina un gran triángulo, en el que en la base hay poca libertad, pocas elecciones posibles y poca responsabilidad y según vamos subiendo hay cada vez más libertad, más elecciones y más responsabilidad. Esto es equivalente a cómo ha de ser la educación de nuestros hijos.
Ya hemos hablado de la importancia de crear reglas claras que ayuden a los niños a crecer seguros. Pero ¿por qué hay tantos niños hoy en día que desobedecen y se saltan las normas con frecuencia?.
¿Cuántas veces nos hemos saltado una regla impuesta por nosotros mismos cediendo ante la insistencia de nuestros hijos por no saber decir no?
Un bebé, de un año, quiere coger algo que tú no le permites coger, por ejemplo un frágil adorno del salón. Él insiste en tratar de cogerlo. Unas veces, porque estás haciendo otra cosa o porque estás cansada lo dejas pasar. El niño entiende que si insiste un poco podrá obtener lo prohibido, con lo cual no está tan prohibido… O bien llora por la noche para que vayas a verle (sin que haya una razón real que lo justifique) y tú, unas veces no vas, pero otras sí.
El mensaje que le das al niño es: “Si quieres algo has de insistir mucho para conseguirlo” y también “los límites no están claros, aquí también mandas tú.”
En este caso los límites no quedan claros y crean confusión y estrés en el niño. Cada vez que se enfrente a un nuevo límite lo que hará (ante tu incapacidad de saber decir no) será precisamente eso: llevarte hasta el límite!!!
Hazles un favor a tus hijos
Déjales claros qué es lo que está permitido a cada edad y qué es lo que definitivamente no lo está. Responsabilízales en función de su edad y vete dándoles más libertad a medida que su ritmo evolutivo lo demande.
Realmente saber decir no y ponerles límites es el mejor regalo que podemos hacerles.