Como en otros casos, en materia de derechos civiles y políticos, el juego no se acaba hasta que no se termina. Es decir, habrá libertad de expresión (golpeada, disminuida, sin duda) mientras haya venezolanos y empresas de medios que se mantengan en pie con la frente en alto. La libertad de expresión en Venezuela no llega a su fin porque de forma abrupta el canal de noticias Globovisión haya puesto punto final a su línea editorial crítica. El juego aún no se acaba.
Venezuela ha vivido en la última década un claro y condenable retroceso en materia de este derecho humano básico. Más que la libertad de expresarse, de por sí golpeada, la que ha estado más afectada es su contracara, el derecho de la ciudadanía a informarse de forma libre. Todos los tratados internacionales, y también nuestra constitución, asocian al pluralismo con el derecho a la información. Eso básicamente comprende la potestad de cada ciudadano a escoger de forma autónoma el tipo de información que desee. Es en éste aspecto, en mi opinión, en el cual mayores retrocesos se registran en Venezuela.
Hace 10 años, por ejemplo, un pequeño canal llamado CMT tenía a las 9 de la noche su noticiero estelar. Ese canal fue comprado por el gobierno y en su lugar se colocó la señal de Telesur. Eso fue una pérdida de pluralidad. Y así, de forma sistemática, desaparecieron opciones de información y opinión, y no sólo por el cierre de medios (caso RCTV), sino también por la obligada realineación de las señales de mayor impacto (tanto por cobertura como audiencia), Venevisión y Televén. En los primeros días del gobierno de Maduro después del 14 de abril fue claro el reajuste oficial a estos medios, con señalamientos públicos y privados, para silenciar o minimizar en pantalla al líder de la alternativa democrática Henrique Capriles Radonski. Igual ocurrió con la estrategia de Globovisión de disminuir radicalmente las transmisiones en vivo de HCR.
El punto medular, sin embargo, sigue estando en la capacidad de hacer llegar al país “no conectado” informaciones y opiniones diferentes a la versión oficial. Buena parte de la audiencia tradicional de Globovisión, tendrá efectivamente otras posibilidades de hacerse con información crítica o diferente a la de VTV. La mitad del país “conectada” en términos informativos y de opinión, tiene la posibilidad –aún con las restricciones oficiales- de poder escoger o discriminar la información que recibe.
El problema medular, y eso no tiene que ver con Globovisión, sigue estando en el cómo la otra mitad de país, la “no conectada” a la TV por suscripción, y que está en poblados medianos o pequeños, que no es lectora habitual de la prensa escrita, tiene posibilidades de ver, leer o escuchar otros puntos de vista diferentes a los que quiere el régimen. Sobre esto no tengo una respuesta o estrategia, pero presiento que no es un asunto que sólo sea competencia de la dirigencia opositora nucleada en torno a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Al contrario, creo que es precisamente este el momento para que los venezolanos que sí tienen acceso a múltiples opciones de información y opinión, compartan éstas con los ciudadanos que sólo pueden escoger entre VTV y TVES, o sencillamente desconectarse de la realidad nacional con el “entretenimiento” de Venevisión y Televén.
No se trata de preguntarse qué va a hacer la MUD para contrarrestar la lógica de cerco informativo del régimen, que intenta establecer una verdad, su verdad; sino que es la hora de que cada venezolano comprometido con el cambio democrático entienda cabalmente que es en el terreno de la comunicación y el periodismo en el cual parece jugarse la posibilidad de las transformaciones políticas. Una mitad del país desconectada informativamente y atada a la versión oficial, será –sin duda- una población menos dispuesta a apostar por un cambio democrático. No estamos ante el fin de la libertad de expresión, sino ante la urgente necesidad de reinventarnos en materia de cómo circula la información en Venezuela.
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