Estratégicamente ubicada, Barquisimeto es el principal puerto terrestre del país, ubicada en promedio a cinco horas de Caracas, Maracaibo o los Andes, alberga cerca de 600 empresas, tiene 950 hectáreas de zonas industriales, un mercado de mayoristas desde donde se distribuye el 60 por ciento de los alimentos perecederos del país, 21 institutos de educación superior donde se forman 117 mil estudiantes, y 9 mil 500 plazas camas para el uso tanto de turistas, como de comerciantes y empresarios que visitan la ciudad durante todo el año.
De acuerdo al Índice de Atracción de Inversiones, ranking de las ciudades más atractivas del país, elaborado cada dos años por el Consejo Nacional de Promoción de Inversiones (Conapri), Barquisimeto pasó de la posición número 10, de acuerdo al informe publicado en el 2005 con data del 2003; a la número 8, de acuerdo al último informe publicado en el 2011 con data del 2009 (el informe de este año se publicará en el mes de octubre).
Pero, ¿de qué depende la competitividad de una ciudad?. Explica Isaias Covarrubias, economista con cursos de especialización en Planificación Estratégica y Evaluación Financiera, Económica y Social de Proyectos, que la competitividad responde a una serie de factores entre los que destacan la tradición empresarial, el desarrollo de los mercados, las políticas públicas, el entorno macroeconómico, el grado de apertura de la economía, la calificación de los recursos humanos, la calidad de la infraestructura y el apoyo gubernamental.
Asimismo, advierte que la competitividad no necesariamente esta ligada a las potencialidades de una ciudad. “En realidad potencialidades tienen todos los países y regiones del mundo, hasta las más pobres; competitividad es desarrollar capacidades para explotar estas potencialidades: convertir ventajas comparativas en ventajas competitivas”. Y coloca como ejemplo a Otavalo, ciudad ubicada a dos horas de Quito, cuyo nivel de producción de tejidos le ha permitido alcanzar solvencia económica alta y estable, al punto que exportan sus mercancías a todo el mundo, como es el caso del Mercado Municipal de Mérida, donde sus productos acaparan la gran parte de los locales.
Explica que Barquisimeto no puede escapar a los elementos que, agrupados como factores exógenos, influyen en esta competitividad, entiéndase la actual dependencia del extranjero para el abastecimiento de alimentos y otros bienes de consumo, los precios de los rubros controlados versus los costos de producción, los controles de precios de bienes y servicios; el acceso a las divisas frente a un control cambiario discriminatorio; las cargas fiscales y parafiscales que obligatoriamente deben cumplir las empresas y las implicaciones de la Ley Orgánica del Trabajo.
A esos factores, se le deben añadir los propios de la ciudad, o endógenos. Los cuales, a juicio tanto de Covarrubias como de Alberto Gámez, Presidente de Fedecámaras en la región, radican básicamente en lo engorroso que resulta registrar una empresa, la falta de incentivo de la municipalidad para las inversiones y la carencia de un plan de desarrollo municipal.
Consenso entre el sector público y privado
Y es que justamente la falta de consenso entre el sector público y privado impide que Barquisimeto aumente su competitividad para atraer inversionistas.
“Si no hay una sinergia entre ambos sectores no hay avance. A los efectos del discurso político empresarial funciona mucho culpar al gobierno y del lado del gobierno, culpar a la empresa privada y creo que ningún sector ha promovido un verdadero acercamiento, hay una desidia al respecto de parte y parte. Hay una gran cantidad de documentos elaborados por ejemplo por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Corporación Andina de Fomento, sobre desarrollos económicos de las ciudades, además, hay muchos ejemplos de ciudades que se han vuelto altamente atractivas desarrollando esa sinergia entre autoridades gubernamentales locales y sector privado”.
Un ejemplo de ello, es Santiago de Chile, la cual se ubica en el primer lugar de la lista del Índice de Atractividad de Inversiones Urbanas (Inai) de acuerdo al informe realizado por el Centro de Pensamiento en Estrategias Competitivas que depende de la Universidad del Rosario de Colombia.
Se puede leer en una nota publicada en que www.contactoynegocios.com.ar, que “la capital trasandina es una de las ciudades con mayor dinamismo comercial de los últimos años en América Latina, y a pesar de no contar con una Oficina de Atracción de Inversiones, supo capitalizarse con políticas conjuntas entre el sector público y privado hasta llegar a lo más alto de la lista”.
En 2010 la capital chilena se ubicó en el tercer lugar. Y en tan solo tres años paso al primero. Como se puede leer, lo logra sin contar con una Oficina de Atracción de Inversiones, y es citado precisamente porque resulta extraño que lo haya logrado dependiendo únicamente de las políticas nacionales chilenas.
Y es que como indica el informe de Cepec, ciudades como Sao Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte y Porto Alegre en Brasil; Buenos Aires, Rosario y Mendoza en Argentina; Bogotá y Medellín en Colombia, Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara en México, por nombrar sólo algunas de las que aparecen en el Inai, sí poseen oficinas de atracción de inversiones porque sus gobiernos están conscientes de la competencia que existe entre ellas por mostrar sus atributos para captar inversiones y por ende generar recursos para sus pobladores.
En el caso de Barquisimeto, es necesario que instituciones como Fedecámaras, Proinlara, Cámaras de Comercio y Turismo, universidades y demás organizaciones que comprendan el aparato productivo junto al gobierno local de la ciudad, generen juntos planes estratégicos de desarrollo. Pero para ello, el municipio debe manejar suficiente información, tener estadísticas que sirvan de soporte para diseñar las políticas públicas adecuadas para la atracción de inversiones sobre bases sólidas y no desde la improvisación.