La ciudad como tema – El alcalde y los animales muertos

Recientemente, en la urbanización Agua Viva, fueron envenenados varios perros y gatos callejeros. Este evento suscitó controversia entre los vecinos que siempre estuvieron divididos ante los muchos animales que abren las bolsas de la basura, provocando la proliferación de ratas, moscas y cucarachas. El desastre de la basura se repite en todo Palavecino, sin que nadie desde la alcaldía haya dicho una palabra. Hay muchos que urgen por declarar una emergencia sanitaria por  todos los problemas que trae la acumulación de basuras, pero nadie lo hará desde el Gobierno: ellos son panas.
Nadie sabe quién envenenó a estos animales. Ha podido ser la Sanidad, pero asumimos que lo hizo algún vecino tomando una iniciativa que, en buena ley, le toca al Estado.
Es de rigor preguntarse qué tan justa o necesaria fue la medida tomada. Hay sectas budistas que barren para no pisar los insectos. Hoy hay filósofos que han reflexionado acerca de las relaciones entre el hombre y los animales y se han convertido en sus defensores. Entre ellos están Peter Singer, autor de “Liberación Animal” y Mark Rowlands quien en “El filosofo y el Lobo” relata la historia real de su relación con un lobo y las lecciones de vida que este le enseñó. En el otro extremo están aquellos que, por tarados o ignorantes, consideran que con la naturaleza podemos hacer lo que queramos, incluyendo el matar a los animales, no sólo por razones alimentarias y sanitarias, sino incluso por placer como se hace en las cacerías –mal llamadas deportivas- corridas de toros, peleas de gallos y de perros porque suponen que los animales son seres inferiores que no tienen alma y, en consecuencia, su alegría y su sufrimiento es solo aparente.
Afortunadamente, esa apreciación está cambiando, principalmente porque es evidente que la naturaleza nos está pasando factura por lo que le hacemos. Por ejemplo, por estos días los biólogos están alarmados porque está ocurriendo una drástica caída de la población de abejas que contaminadas por los agroquímicos pierden el sentido de la orientación y mueren al no poder regresar al panal. Esto es gravísimo pues sin polinización no hay frutos, vale decir, se interrumpe la cadena de eventos que permite que la humanidad coseche y se alimente.
Entre los animales muertos había algunos que eran de la comunidad y no faltaban quienes los alimentaban y los atendían en sus necesidades médicas: los desparasitaban, esterilizaban a las hembras, les curaban sus heridas… El inconveniente  está en que eran callejeros y al mismo tiempo que crecía el montón de basura tambien crecía el reguero que ellos dejaban y el riesgo de enfermedades. Así que, visto que la alcaldía no resuelve el problema de la basura, asumo que quien envenenó a los animales intentó resolver algunas de sus consecuencias, aunque no descarto que lo hayan hecho por simple crueldad u odio a los animales.
Por otro lado, si creemos que debemos respetar a la naturaleza tambien es cierto que, para respetarla, hay que irrespetarla. La proliferación de animales callejeros es un problema sanitario que debe ser atendido, pero como una actividad permanente del Estado, tal y como ocurre en otros países que realizan campañas para controlar el exceso de animales considerados como dañinos pero antes de eliminarlos los guardan a ver si alguien los adopta.
En teoría no debe haber animales realengos, pero tambien deben existir alcaldes que cumplan con sus obligaciones de mantener limpia la ciudad. La muerte de esos animales es tambien responsabilidad del alcalde y su corte de incompetentes por no haber resuelto el problema de la basura.  Lo malo es que el sacrificio de esos animales es inútil pues mientras la basura se acumule en la calle otros tomaran su lugar.
Sugerencia a la alcaldía de Palavecino: hagan cumplir las ordenanzas que exigen un cuarto especial para la basura. El problema es que Uds. no están en capacidad de exigirle nada a nadie.

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