Desde que se supo que Sam Simon padece cáncer, el cocreador de Los Simpson y ferviente filántropo ha oído de mucha gente en internet pidiéndole que les permita ayudarlo a deshacerse de su considerable fortuna.
“Algunos sólo quieren un millón de dólares. O ayuda para pagar la universidad. Y el resto tienen propuestas de negocios», dice y se sofoca de la risa. “Como si ese debiera ser mi legado: perder dinero en su película o su línea de cremas humectantes”.
“Estoy postrado en cama», dice Simon, quien no pierde de vista el sentido tragicómico de la situación, “considerando si debo repartir mi dinero entre la gente alineada afuera de mi casa”.
Se ríe. Y se pone serio.
“Estoy apoyando a las organizaciones benéficas a las que he apoyado durante mi vida», declara, “y quiero seguir haciendo eso».
Simon, de 58 años, no está exactamente confinado en cama. Para esta entrevista reciente se presentó él mismo, luciendo deportivo con pantalón y suéter, para reunirse con un reportero en la casa de huéspedes de su hacienda.
Se mete a la cocina y se prepara un café antes de encender un robusto puro cubano, y entonces se sienta y se reclina alternadamente en un banco con vista a su jardín de estatuas, incluyendo una de las piezas fundidas originales de El pensador de Auguste Rodin.
Es apropiado. Sam Simon ha tenido mucho que pensar desde que le diagnosticaron un cáncer de colon en estado avanzado el pasado noviembre luego de un año de pruebas inconclusas y molestias misteriosas.
Tras desafiar la pena de muerte que le diagnosticaron originalmente (le dieron entre tres y seis meses de vida) Simon sigue adelante sin lamentarse ni preguntarse “¿Por qué a mí?».
Lo que está haciendo ahorita es movilizar una docena de líneas de ataque, algunas tradicionales, algunas extravagantes. Pero dice que uno de sus nuevos medicamentos le produce fatiga.
Simon está viviendo la pesadilla de cualquiera que hasta el momento ha recibido cruel evidencia de su propia mortalidad. Pero Simon parece abordarla mayormente con una risa o un gesto de desdén.
Quizás va bien con un bromista de clase mundial que hace mucho ha desestimado a la autoridad y otras vanidades humanas, que ha parodiado la condición humana con ingenio y humor para millones de espectadores, y que ha sido ampliamente recompensado por su trabajo.
Simon creció cómodamente en Beverly Hills, pero su padre estaba en la industria del vestido, por lo que no tiene forma de explicar su don para la comedia.
Tras convertir su talento para el dibujo en un estudio de animación que hacía caricaturas para niños, Simon presentó un guión para la gloriosa comedia de ABC Taxi. El guión fue aceptado y producido, y Simon, entonces un veinteañero, fue contratado como escritor y pronto le dieron más responsabilidades.
“No estoy triste», declara. “Estoy feliz. No me siento rabioso ni amargado. Quiero hacer lo que pueda por sobrevivir”.