No hay nada en el mundo que ofrezca un desafío mayor a la teoría de la evolución como el ojo. Aun el mismo Charles Darwin, el más destacado representante de la Teoría de la Evolución, tendría grandes problemas al tratar de explicar, cómo el ojo había evolucionado.
En su carta de fecha 3 de abril de 1860, este eminente investigador científico inglés escribió: “Suponer que el ojo, con todo su inimitable dispositivo para ajustar el foco a diferentes distancias, para admitir diferentes cantidades de luz para la corrección de deformaciones esféricas y cromáticas, puede haber bien formado por selección natural, parece, lo confieso abiertamente, la cosa más absurda”.
Uno de los problemas que tienen los evolucionistas con el ojo, es que en todos los niveles de lo que ellos denominan “el árbol de la evolución”, hay criaturas con ojo. No hay criaturas con ojo en estado intermedio parcialmente desarrollado, para dilucidar cómo fue evolucionando este órgano del sentido de la vista. Miles de criaturas diferentes tienen ojo. Algunos seres, como los que viven en el fondo del mar o en cuevas, aparentemente han perdido los ojos o la capacidad de ver; pero en ninguna parte encontramos animales que tienen ojos desarrollados, mientras que otros de su misma clase, carecen totalmente de ojos.
En el ojo humano hay más de un millón de células sensibles a la luz que forman la retina, que es la porción del ojo que recibe la luz a través de la pupila y convierte la luz en los puntos nerviosos, que el cerebro transforma a su vez en colores y figuras tridimensionales, las cuales hasta pueden ser graduadas en la memoria, para ser evocadas en algún otro momento.
Darwin, uno de los mayores defensores de la Teoría de la Evolución, confiesa no creer en la selección natural del ojo, pero no expone ninguna teoría, ni siquiera una aproximación. Verdaderamente es indudable la multiplicidad de funciones del ojo y su relación con todo el organismo en la distribución de nervios y conductos que influyen en el proceso de la visión, que aporta al ser humano el ochenta por ciento de toda la información que hace posible su comunicación con el mundo, su desplazamiento y su formación. Una hipótesis de la confusión de Darwin, pudiera estar en que a pesar de lo importante que es el sentido de la vista, se puede vivir con su carencia, que obliga utilizar a las personas ciegas el máximo de los sentidos restantes, que les permiten informarse, formarse y ser útiles a sí mismos y a la sociedad. Es oportuno tener pendiente la prevención, porque si es verdad que se puede vivir sin ver, mejor es tener visión.
Darwin y el ojo
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