Quiero rendir un homenaje a un grupo de venezolanos que desde su oficio de comunicadores sociales, han dado un ejemplo de ciudadanía responsable. Y lo hago desde El Impulso porque es mi casa desde la adolescencia, y porque estas nobles páginas ultra centenarias son un símbolo de la defensa de la libertad de expresión y el derecho a la información. Juan Manuel Carmona Perera me dijo una vez que era preferible un periódico cerrado a uno arrodillado. Aquí empecé a escribir quinceañero y aquí quiero escribir hasta que el Padre me llame a su presencia. Y si un día, Dios no lo quiera, por causa de fuerza mayor ajena al periódico y a mí soy silenciado, al volver, porque siempre amanece, empezaré mi artículo con Fray Luis de León, “Como decíamos ayer…” y al asunto.
Desde el gobierno y sus adyacencias, sean ideológicas u oportunistas, se descalifica la labor de los hombres y mujeres a quienes hoy expreso mi gratitud venezolana, con el fácil expediente de que hacen “periodismo de oposición” que, como tal, no es “veraz y objetivo”. En esa finta se elude con simplismo la verdad, pues han ejercido su profesión con integridad, defendido principios con independencia de criterio, informado sin manipular ni dejarse manipular. Tienen opiniones propias, no prestadas ni alquiladas, posiciones que se pueden compartir o no, pero nadie puede negarles que nos han ayudado a saber què pasa, a estar informados de hechos que la versión oficial prefiere ignorar y opera constantemente para escondérnoslos. Quien escribe, que sí es de oposición, da testimonio de que estos compatriotas son independientes irreductibles y, eso sí, demócratas insobornables.
Respeto a, y exijo respeto para quienes conciben y ejercen la comunicación social de otro modo, es su derecho. Derecho tienen también los dueños de un medio a darle la orientación que crean mejor. Y derecho tengo yo a decir lo que pienso sin temor. Como es mi derecho, también, proclamar que a estos hombres y mujeres los admiro. Mi derecho y, en estas circunstancias, también mi deber.
La lucha por una Venezuela democrática, parecida a la letra de la Constitución, sin divisiones, sin exclusiones, sin discriminaciones ha sido larga y desigual. El grupo que ha privatizado el poder público en su beneficio es superavitario en dinero y poder, y deficitario en escrúpulos. No es fácil plantarles cara y presentar una alternativa democrática, pacífica, constitucional y electoral a este estofado de mala maña en salsa roja de retórica revolucionaria aderezado con el habla y la gestualidad de los pandilleros.
En esa lucha que continúa, porque vale la pena y rendirse, lo mismo que ser indiferentes, no está permitido, estos comunicadores hicieron una contribución invalorable e inolvidable.
María Fernanda Flores, Elsy Barroeta, Lina de Amicis, y quienes fueron mis “jefas” Lichi Ramos Sol y Janet De Abreu raramente salen en pantalla, pero por años fueron la musculatura moral e intelectual de lo que quienes queremos saber la verdad vimos o leímos por ese canal que cambió el modo de informar en la televisión venezolana. Compartir Patria y tiempo histórico con ellas, como con Chúo Torrealba, Leopoldo Castillo y Roberto Giusti viejos amigos y Román Lozinski me enorgullece. A Aymara Lorenzo la seguiremos viendo y escuchando por la misma señal y dió a conocer su posición con claridad que la compromete, y compromete nuestro reconocimiento. Su esfuerzo no ha sido en vano. El indomable espíritu democrático venezolano existe, y vencerá.
No son los únicos, claro. Hay otros, valiosos y valientes. Los desacuerdos que se puedan tener con sus puntos de vista o sus estilos, son irrelevantes ante su significación. Son rostros y voces del empeño de los venezolanos en ser libres.