Por supuesto, no todos los diputados que hoy están en el Parlamento merecen estar allí, digo más, no deberían estar allí. Yo siempre sentí un gran respeto por quien fuera diputado. En la época de los gobiernos civiles casi todos eran personas honorables, y así se llamaban entre ellos en los debates parlamentarios: “Honorables senadores u honorables diputados”. Evito hablar de Asamblea Nacional, porque no me gusta esa denominación adoptada por la Constitución de 1999. Nuestro Parlamento desde el inicio de la república se llamó Congreso de la República, expresión que para mi gusto, denota mayor prestancia y dignidad. Cómo se han perdido esos valores, la prestancia y la dignidad, en la Venezuela de hoy. Recuerdo que durante mis primeros años de estudios de Derecho, la UCAB quedaba en la esquina de jesuitas, en el centro de Caracas, a pocas cuadras del Palacio Federal Legislativo y con varios compañeros, después de las clases, nos íbamos a visitar ese digno Palacio e incluso a oír algún debate si eso era posible. Todos nos emocionamos la primera vez que entramos al hermoso Congreso de la República.
El Palacio Federal Legislativo, inaugurado el 19 de febrero de 1873 por el presidente Antonio Guzmán Blanco y terminado de construir en 1877, ocupa toda una manzana muy cerca de la plaza Bolívar caraqueña. Dentro de aquel palacio están las más grandes obras artísticas referentes a la historia patria. Sobrecoge ver aquellas hermosas obras. En el Salón Elíptico está resguardada el Acta de Declaración de la Independencia firmada el día del nacimiento de la Patria, el 5 de julio de 1811. Cada 5 de julio el Presidente de la República acude y en solemne acto extrae el Acta y le rinde homenaje. Siempre me gustó ver por los medios audiovisuales de comunicación, ese rito del 5 de julio e incluso lo vi los primeros años del gobierno de Chávez, pero dejé de verlo cuando me persuadí que lo que hacía Chávez y su gente, era contrario al espíritu de lo que quisieron hacer nuestros libertadores. Hoy en día el recinto del soberano Congreso de la República, es Patrimonio Nacional y lo llamo así Congreso de la República, no sólo por lo explicado arriba de mi preferencia por este nombre, sino porque fue en 1997, cuando fue declarado Patrimonio Nacional.
En ese hermoso Palacio hubo siempre encendidos debates y posiciones contrarias que generaron serios enfrentamientos, pero siempre predominó el respeto. Hubo parlamentarios serviles y entregados como los oficialistas de hoy, durante las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez. Pero también hubo distinguidos y honorables parlamentarios. El martes pasado recordé a varios de esos honorables parlamentarios, mientras observaba la que con toda seguridad ha sido la más vergonzosay lamentable sesión en nuestra historia parlamentaria. El actual parlamento no ha sido nada legislativo, sólo ha sido un escenario de debates intrascendentes, de obsecuencia y complicidad con las fechorías del régimen. Pero el del martes de la semana pasada fue, además, soez, inmensamente grosero e indigno de un recinto con la historia de nuestro Palacio Federal Legislativo. Oyendo lo que allí se decía, no se apartaban de mi mente los rostros decentes y caballerosos de Andrés Eloy Blanco, de Luis Beltrán Prieto Figueroa, de Pedro del Corral, del ponderado joven de la constituyente del 47 Rafael Caldera, de Arturo Uslar Pietri, de Lorenzo Fernández, de JóvitoVillalba, delos diputados monseñores CríspuloBenitezFontúrvel, Sánchez Espejo y Pulido Méndez,entonces se permitía que miembros del clero fueran a los parlamentos. Pero recordé también a parlamentarios más recientes: Raúl Leoni, quien fuera presidente del primer Congreso de la República después de la caída de la penúltima dictadura. Gonzalo Barrios, Argimiro Bracamonte, Ambrosio Oropeza, José Antonio Pérez Díaz, Antonio Léindez, Godofredo González, Manuel Vicente Ledezma, Alirio Ugarte Pelayo, Carlos Canache Mata, Haydee Castillo de López Acosta, Dory Parra, Luis Herrera CampIns, María de Guzman, Eduardo Fernández, Gustavo Tarre Briceño, Oswaldo Alvarez Paz, Leonardo Ferrer, José Rodríguez Iturbe, Paulina Gamus, Eduardo Gómez Tamayo y nuestro contemporáneo y amigo Ramón Guillermo Aveledo. Algunos de ellos presidieron brillante y respetuosamente el Congreso de la República o una de las Cámaras que lo componían o comisiones internas del Congreso.
Qué diferencia entre aquellos parlamentarios y los actuales que vemos hoy desempeñarse en forma tan baja y artera. Me permito rendir homenaje a losdiputados de la alternativa democrática, que soportan estoica y heroicamente, las más viles agresiones y calumnias. Pido disculpa ante mis hijos, ante mis alumnos y ante todas las nuevas generaciones de venezolanos, porque siento pena al ver esas conductas. Esa no es Venezuela, la mayoría de los venezolanos no somos así. En Venezuela, hasta en la política, actividad de controversia y disputas, prevaleció siempre el esfuerzo por el respeto y la dignidad personal, la decencia. Bien merece un desagravio nuestro histórico recinto parlamentario.
Desagravio al parlamento
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