Nuestros ojos realizan movimientos para registrar lo que hay alrededor unas cinco o seis veces por segundo, con lo que se recopila una cantidad inmensa de información cada vez que realizan este proceso.
Cuando eso ocurre, el sistema visual del cerebro comienza a deshacerse de la mayoría de lo observado y escoge lo que tenemos que registrar para reaccionar en función de lo que sea necesario.
Si tuviéramos que recordar todo lo que vemos cada minuto, tendríamos cientos y cientos de imágenes muy detalladas. Nuestro cerebro estaría sobrecargado y no sería capaz de entender lo que vemos.
En lo que se refiere a eventos importantes, el problema no es cuanta información se almacena, sino cómo se accede a la misma. Podemos tener recuerdos de algunos hechos, pero ser incapaces de encontrarlos rápidamente cuando los necesitamos.
También pueden olvidarse cosas a propósito, consciente o inconscientemente, cuando sencillamente no queremos recordar algún evento doloroso o desagradable. Así que puede que los recuerdos no hayan desaparecido, incluso cuando parece que se han olvidado.