Las atribuciones conferidas al Presidente de Venezuela en la Constitución Nacional no lo facultan para meter preso a nadie. Tampoco al Presidente de la Asamblea Nacional. El artículo 236 de la Carta Magna en su numeral 1ro. obliga al Presidente a cumplir y hacer cumplir los preceptos constitucionales y demás leyes de la República y el presidente de la Casa que hace las leyes está sometido, bajo fe de juramento, a la misma condición. La Constitución, pues, no les da facultades para muchas de las trastadas que a diario anuncian ellos. El poder que tienen está condicionado a una legalidad con basamento constitucional, que les restringe más que a cualquier ciudadano común. Por supuesto, en los tiempos que corren, eso quedó para la teoría. En la práctica, los sujetos titulados con los poderes arriba mencionados irrespetan – en flagrancia – el Estado de Derecho, enfermos de poder, quebrantan el ordenamiento jurídico y social de la nación sin ningún tipo de recato.
Luego, las vías de hecho, los arrebatos difamantes e injuriosos, el peculado continuo en el uso de los recursos del Estado, la permisividad con los grupos y colectivos irregulares que impunemente subvierten la paz de la gente de bien, evidencian una ilícita concepción del ejercicio del poder. Esas amenazas propias de “pranes” o de “guapetones de barrio” que constantemente vierten Maduro, Diosdado o un Pedro Carreño contra instituciones o personas naturales como ocurre con el partido Primero Justicia y sus dirigentes, es la forma planificada en la sala situacional instalada en Miraflores – dirigida por cubanos – para sembrar entre nosotros el “terrorismo de Estado”, con miras al sometimiento y control social. No obstante, las instancias judiciales son pasivas e inertes ante las deslealtades constitucionales de esa cúpula roja de malvivientes que se sienten por encima del bien y del mal hoy en nuestro país. La inseguridad personal y jurídica son armas eficaces en manos de los balandrones de la Asamblea Nacional y Miraflores para intentar perpetuarse en el poder.
En todo caso, quien amenaza, poco asusta, sobre todo si nuestros ciudadanos están convencidos y conscientes de que, por encima de toda esta oscura realidad de hoy, está un pueblo que no aceptará que se le someta; que Venezuela no es ni será nunca una nueva Cuba, que los venezolanos llevamos genes de libertad en nuestras entrañas y que, calladamente, sin violencia, caminamos en resistencia civil como una forma de enfrentar este régimen despótico que haciendo fraude a la Constitución, se ha instaurado en el país.
Una “malandra” forma de gobernar que, soportada en la riqueza despilfarrada, en la corrupción e impunidad y en el resentimiento social, no es ni será permanente. Como no fue eterno el “padre de esta criatura”, aunque algunos crean, dentro de sus particulares supersticiones, que sigue vivo…
Sin tregua – La revolución de los pranes
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