El país está cansado

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Tenemos tiempo luchando por querer y no poder. Unos intentando destruir lo que existe, y otros buscando salvar lo que construimos. Algunos han tirado la toalla, otros se niegan a rendirse.  En el campo de batalla se observa cansancio de los dos bandos: los que defienden al gobierno sienten desánimo, lamentan la muerte de su líder y la pérdida de solidaridad entre los suyos; y los que enfrentamos al poder, quisiéramos acortar el tiempo, dar la última brazada para llegar a la orilla. Ambos acusamos cansancio, pero sin tomar reposo, porque entendemos que la victoria estará en quien más aguante.
Les confieso que durante estos días he sentido cansancio sin hacer nada y realmente es allí cuando el cansancio es mayor. La carga de la pena es más pesada. Patricio, mi padre, me enseñó desde niño a trabajar y cuando cumplió 90 años me dijo: “mi descanso será el descanso eterno”. Ahora tiene 96 años y ayer cuando lo llamé por teléfono, me dijo: “Hijo, estoy aquí en la finca, estamos regando la caña”. Me sentí orgulloso de él y apenado conmigo mismo. Pensé en que no hay razones para abandonar la lucha. En verdad tenemos tiempo batallando, pero debemos entender que ese tiempo es nuestro tesoro, es nuestra propia historia, es el camino recorrido. Sigamos juntos, olvidemos el reposo y retomemos los segundos que hayamos perdido.
En realidad no podemos ocultar el fastidio, el desagrado y el enojo que produce tanto engaño y tanta mentira. Vemos como los corruptos en el poder, cargan el pollo o la gallina debajo del brazo y gritan: “allá va el ladrón”. “Vamos a acabar con la corrupción”, dicen. Es posible que en las noches sonríen entre whisky y whisky; entretanto, nosotros desde muy temprano hacemos las colas para comprar los alimentos, pero la culpa de que no los haya, para ellos, no es del gobierno, sino de nosotros porque estamos consumiendo mucho, o es de los productores porque son unos terratenientes y no producen lo suficiente o también la culpa es de los distribuidores de alimentos porque acaparan y especulan. La culpa es del capitalismo y no de la “revolución”. Ese es el cuento de todos los días, es el mismo cuento que cansa.
El momento es peligroso y más ahora cuando decimos estar cansados. El oficialismo lo sabe, pero nosotros también sabemos que los suyos igualmente lo están. Están cansados de la oferta incumplida, del engaño, de que todo es para el grupito y los demás deben sacrificarse por el bien de la patria. Están cansados de poner el hombro para que otros suban, están cansados de la elección a dedo y de ver como privilegian al amiguito, al hijo de fulano o al corrupto tal, y el rojo rojito, ahora llamado rojo sonrojado, que ha largado el pelero, ve pasar por las autopistas las pomposas camionetas, donde van el jefe de gobierno o el jefe del partido, disfrutando de las bondades del poder, mientras él espera en la cola para poder comprar el pollo, la harina pan, el azúcar o la leche en polvo para los muchachos. Eso cansa, desagrada e irrita.
Hemos señalado todo esto, para concluir en lo siguiente: el cansancio de ambos tiene un mismo culpable: el gobierno de Maduro. Para ellos, él está forzando en su contra a un reencuentro de los de abajo, de los que con coraje están aguantando. Durante los próximos cuatro meses, los venezolanos libraremos una nueva batalla y es conveniente que los partidos de oposición, los de la tarjeta única, entiendan la necesidad urgente de organizarse y organizar. Es posible que también sientan el cansancio nacional, pero sobre todo deben entender que es necesario organizarnos y esa no es tarea para mañana, es un compromiso para asumirlo hoy. Debemos movilizarnos en apoyo a los liderazgos municipales, a la unidad solidaria, porque debemos tomar conciencia de que el triunfo del 8 de diciembre ya no será solo de los tradicionales partidos de oposición, será de la vieja y la nueva oposición, será de los que nos cansamos de este gobierno.

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