¿Quién no ha oído hablar a un abuelo de lo que era Barquisimeto por allá, en el siglo pasado, cuando las imágenes eran en blanco y negro? ¿Quién no se ha quedado maravillado con la ilusión descrita por las personas de dilatada vida, sobre lo grandioso que era un pueblo lleno de tradiciones, respeto, cuidado y seguridad?
Todos han experimentado la sensación de trasladarse a ese lugar a través de las palabras sabias de aquellos que han mirado pasar miles de días bajo el cielo barquisimetano y que, ahora, nos esbozan los matices de una ciudad que sólo vive en el recuerdo de quien la evoca.
Recurriendo a una tradición que se ha mantenido por los años, un equipo reporteril acudió a las plazas públicas de la ciudad para buscar los testimonios de abuelos que guardan en su memoria, los recuerdos de una ciudad que se ha modificado conforme ha pasado el tiempo. Sentados, con sus cuerpos agotados de trabajar durante toda una vida, permanecen los abuelos, durante todas las mañanas de cada día, en los bancos de estos espacios públicos, contando sus muy variadas y enriquecedoras vivencias, dignas de ser escuchadas para aprender de un sin fin de conocimientos que sólo se adquieren a través de la experiencia.
-¿Qué decir sobre la ciudad? Pues, me parece que ha cambiado mucho, en todos los sentidos- dijo Juan Francisco Aranguren, quien a sus 79 años, nació y ha vivido siempre bajo los crepúsculos barquisimetanos. Con entusiasmo, recuerda aquellos años de una ciudad de calles de tierra y casas hechas de bahareque, con límites en El Obelisco, avenida Vargas, carrera 19 y urbanización Bararida.
Sobre el clima de la ciudad, Aranguren destaca que era muy diferente al actual, “antes, no se podía andar con franelas o camisas, se tenía que andar más abrigado porque hacía bastante fresco, se usaba mucho liquilique”, explicó.
Y es que, lo relatado por Aranguren, parece haber salido de una historia de cine, con calles hechas de piedra y de ladrillos, con espacios públicos celosamente cuidados, y con un gentilicio lleno de amabilidad y respeto.
“El ciudadano era muy diferente al de ahora. Antes, existía mucho respeto, a la gente le gustaba respetar”, hecho que se trasladaba a la protección de las buenas costumbres, “cuando se estaba en las plazas, no se podía usar sombreros ni la cabeza tapada.
Al pasar por el frente de la imagen de uno de los héroes, había que despojarse la cabeza. De no hacerlo, siempre estaba un vigilante que se acercaba a las personas y le decía que los acompañara a la comandancia”, relató. Esta es, según el propio Aranguren, la característica que más extraña de la antigua Barquisimeto.
Al igual que Juan Francisco, Gregorio Antonio Pires, Flor Lucila Pérez y María Teresa Montes de Oca, se reúnen en la plaza San José, en el centro de la ciudad, para conversar y compartir lo que ha sido años de vivencias en la conocida “capital musical”.
Los tres, apoyándose entre ellos, explicaban lo que, a su juicio, “estaba mucho mejor que ahora”. “Los barquisimetanos eran más chévere, eran más amables. Cuando uno iba en un autobús, los hombres se paraban y cedían el asiento”, dijo Montes de Oca, “ahora no, te dejan parada”. La vida social de esta ciudad también es recordada por los abuelos como “mejor que la actual”, “uno se iba a bailar a las fiestas durante toda la noche, hasta se podía amanecer porque la gente, en especial los caballeros, eran muy respetuosos”.
Los abuelos recuerdan la rigidez con la que se vivía en las calles de la ciudad, “cuando uno andaba caminando, y sonaba el Himno Nacional, nos deteníamos hasta el final. El respeto era lo más importante, y más para las cosas del país, no se usaban banderas o escudos en la vestimenta, inclusive las cosas militares estaban prohibido para los civiles”. La seguridad también se distingue de las condiciones actuales, “antes no había robos, uno podía dejar las cosas en las calles y nadie las agarraba”.
Para finalizar, diferenciaron las condiciones de las construcciones e infraestructuras de aquella época con la actual, “antes era todo más bonito, ahora todo está echado a perder”, recordaron cada uno de quienes sustentaron estas líneas.