Nelson Mandela en su histórico discurso en la toma de posesión el 10 de mayo 1994 como presidente electo de Suráfrica, pronunció uno de los discursos más cortos y más bello de la humanidad.
Citando a Luis Ugalde en Analítica: “Hay líderes que elevan a sus pueblos y líderes que los rebajan y los llevan a callejones de destrucción sin salida”.
Mandela y la muy mayoritaria población negra con las elecciones de 1994 llegaron al gobierno, cargados de agravios e ira por la exclusión y el apartheid, vergüenza de su país y de la humanidad en el siglo XX; llegan con rabia y deseos de revancha suficientes para que el país ardiera por los cuatro costados.
Nelson Mandela, con la ira acumulada en 27 años de terrible cárcel, parecía el hombre indicado para encender la hoguera destructiva. Zimbabwe puede ser una muestra de lo que el resentimiento y el odio por las humillaciones sufridas, pueden hacer para destruir el futuro de un país.
Pero Mandela quería construir su nación, ser líder contra la corriente del río de la venganza y no responder al mal con el mal. Una vez en el poder el primer Presidente sudafricano negro se reveló como el más grande líder mundial, pragmático e idealista, con una formidable fuerza moral capaz de cambiar el signo de la historia.
En Uruguay el tupamaro “Pepe” Mujica, que venía de una dura guerra de guerrillas, brutal represión militar, muertos y cárceles. Una vez liberado en 1985, tras 14 años de una cárcel cruel, su discurso de toma de posesión tal vez no significaría mucho en otro contexto y pronunciado por otra persona, pero es realmente extraordinario viniendo de él; no por el programa que anuncia, sino por el tono y la voluntad de construir juntos (los que ayer se mataban) una nación para todos.
En el saludo inicial se dirige a “legisladores que representan la diversidad de la nación”. Triste que nos dé envidia escuchar a un presidente dirigirse de esta manera tan obvia a los diputados de su partido y a los de la oposición por igual. Mujica enfatiza la complementariedad de los diversos actores en su país con la imagen de las tuercas y los tornillos que se necesitan mutuamente; ve la política como “encuentros a los que todos concurrimos, con la actitud de quien está incompleto sin la otra parte”.
Muy numerosas fueron las broncas y las crisis de Venezuela de estos últimos 13 años con varios gobiernos que no comulgaban con el pensamiento bolivariano y las consignas neosocialistas. Las «injerencias» en México, Perú y Colombia. El gigante brasileño, la gran potencia emergente de América del Sur, el verdadero líder regional, es un modelo abierto a las inversiones extranjeras y a sus gentes, ideas y empresas.
El venezolano es un modelo excluyente, con una importante vocación de control político, social y económico que está contribuyendo a una lenta pero imparable salida de venezolanos de su territorio. Mientras la economía brasileña tiene cada vez más peso en el mundo, la venezolana, demasiado dependiente del petróleo, se ve inmersa en una serie de problemas que muchas veces tienen como origen el propio régimen.
En su determinación de demoler el esquema estadounidense de «dominación, explotación y saqueo a los pueblos», Venezuela firmó sustanciosos convenios comerciales con China, realizó masivas compras de armamento a Rusia y forjó una provocadora «alianza antiimperialista» con el Irán de Mahmoud Ahmadinejad, con intercambio mutuo de piropos.
No contento con ello, el mandatario venezolano acudió a reunirse con la mayoría de los autócratas del mundo mal encarados con Occidente, como el iraquí Saddam Hussein, el zimbabwo Mugabe, el sudanés Bashir y el bielorruso Lukashenko. Ya en 2011, en plenas revueltas árabes, no dudó en respaldar al libio Gadafi y al sirio Assad, unos dictadores sin escrúpulos responsables de sangrientas represiones internas.
Los venezolanos vemos esta película de destrucción del país con verdadera tristeza en estos tiempos de siembra de odio y exclusión. ¿Se imaginan a nuestro Presidente reconociendo como Mujica? “la macroeconomía tiene reglas ingratas pero obligatorias”. Hoy en un hospital de Pretoria, Mandela cumple 95 años en medio de incontables muestras de cariño. El 18 de julio ya ha sido declarado por Naciones Unidas el «Mandela Day» y en Sudáfrica, 8 millones de estudiantes sudafricanos unieron sus voces para entonarle al unísono el «Happy Birthday» desde diferentes partes del país.
Venezuela contra el mundo
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