No es lo que el lector se imagina. En forma alguna deseamos parodiar a la famosa reina-bruja del cuento de Blancanieves con una dama que supuestamente explota en iras cuyas resonancias son tan grandes como las vanidades estéticas y textiles de las cuales hace gala. Pero precisamente por ello, los distintos rincones por donde deambula la patética pareja deben ser abundantes en espejos que reflejen la exacta concordancia de tonos y vestimentas, pero también deben ser útiles para que la triste figura del advenedizo constate diariamente como avanza su lucha contra la languidez mental.
La soledad de la almohada lo pasea por sus ostensibles carencias y por ello conoce de las burlas que hacen a sus espaldas; sabe que nadie lo toma en serio y está consciente de los carraspeos condescendientes cuando logra coordinar algunas frases y con ello cree emitir algún criterio; con seguridad interrumpe conversaciones de terceros y las barrabasadas que vierte hacen aflorar los colores de la pena ajena; tampoco ignora la razón de las disimuladas sonrisitas han llegado a ser gestos frecuentes en reuniones a las cuales se ve obligado a asistir.
La pobreza existencial sin duda se potencia cuando teme no estar a la altura del albur que lo convirtió en usurpador ilegítimo y como escape a esa angustia asfixiante busca formas impostadas de autoafirmación con las cuales combatir el capitis diminutio que ya lo peculiariza. Pero estas terapias no las solicita a través de algún especialista, sino que las obtiene de mezclar su singular propensión a la mentira con ese inagotable reservorio de procacidad que le legó un difunto, por lo que alimentado con esos insumos de bajeza arremete contra figuras en quienes percibe algún atisbo de solvencia intelectual y respetabilidad, dado que esas virtudes son la evidencia antitética de sus carencias fundamentales. Por ello, cuando menciona nombres y comparaciones ante cualquier espejo mágico, éste solo le devuelve la cruel realidad.
Los distintos ataques que desde hace mas de trece años ha venido prodigando la ideología del odio contra personas e instituciones solo tienen como base la falsedad y la calumnias, siendo así porque la anomia moral que conforma su propia esencia constitutiva garantiza que lo engendrado y generado por ellos se sustente unicamente en infamias. Pero aún dentro de ese contexto, lo obtuso del aludido infeliz del espejo ha alcanzado cotas insuperables cuando en un reciente balbuceo discursivo ha querido insultar a alguien que en la Venezuela de hoy es por antonomasia símbolo de la probidad y de la honradez, lo cual nos obliga como ciudadanos a puntualizar aspectos que conciernen a la verdad.
La vida y obra de alguien que se ha desenvuelto dentro de total honestidad solo puede confluir en la concreción de la mas ejemplar pulcritud, sin que esta connotación solo esté referida a la esfera ética, dado que tanto el quehacer como las facetas vivenciales del personaje a quien el advenedizo quiso vituperar, ni por asomo se asocian a la obsecuencia y ni por mera eventualidad ha sido rozadas por corruptelas de cualquier índole. Disciplina, estudio y esfuerzo, son los actos volitivos de un talento que se forjó para el servicio cívico y ello ha traído como legitima consecuencia que su prestancia se reconozca en distintos espacios del pensamiento.
La ruta de medio siglo acumulando nobleza y decencia, ha producido el único balance del cual se enorgullece; la carga de reflexión serena que el tesón le permitió consolidar ha generado el fruto de una prolífica obra; la sonoridad de la elocuencia cimentada en valores auténticos y no en patrioterismos de quincalla, retumba aún en el ámbito institucional que prestigiosamente presidió.
Trágica debe ser la soledad de quien revisa su devenir y solo capta la vacuidad como signo de existencia. Un devenir sin sentido de pertenencia, porque la falsedad desdibujó las raíces; un perorar sin pensamiento propio, porque la ignorancia castró las ideas; una perspectiva sin futuro, porque el horizonte se consumió en servilismo.
“Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”
Martín Luther King