Entre las organizaciones emergentes en el nuevo sistema político que se ha creado en los años posteriores al proceso constituyente se encuentra Primero Justicia, la formación opositora de más acogida electoral. Su principal dirigente, Julio Borges, se ha mostrado en los últimos diez años como moderado. En 2005 se opuso a la línea abstencionista. Y siempre se ha dicho que ha mantenido un diálogo fluido con representantes del Gobierno.
En principio, PJ podría ser considerada como una organización que hace parte del sistema, a diferencia de otros agrupamientos, ONG o partidos fundados en el mismo período. PJ sería una pata de la silla, o al menos un componente dispuesto a actuar desde dentro.
Sin embargo, desde el Gobierno, PJ no es considerada de esta manera. Más bien es ubicada en el “ala fascista de la oposición”. ¿La razón? Pudiera pensarse que se trata de un movimiento táctico de la dirigencia del Psuv, el “divide y vencerás”. Por este motivo se favorecerían acuerdos con AD y Copei y se establecerían vasos comunicantes con otros factores del arco opositor, como la Iglesia católica y la Fedecámaras de Jorge Roig.
Bien se sabe que el partido amarillo no tiene palancas ni pericia para provocar una insurgencia de calle o un golpe militar, aunque sí es un fuerte contendor electoral en las grandes ciudades y entre los jóvenes. Aunque, ciertamente, su avance en las urnas de votación pudiera estimular y darle una base de sustento a quienes se ubican claramente en posiciones rupturistas o golpistas.
También puede pensarse que hay un intento más estratégico de descarrilarlos fuera del marco electoral y colocarlos como parte del conjunto de factores opositores que apuntan hacia una ruptura y no a una alternancia democrática. Algo parecido hizo Rómulo Betancourt en su tiempo con la izquierda y el movimiento comunista.
Ahora bien, la posición de Henrique Capriles Radonski de no reconocer a Nicolás Maduro y de calificarlo de “ilegítimo” genera una dualidad en el mensaje de PJ. Capriles se ha situado en el filo de lo electoral y de la insurgencia. Dentro y fuera del sistema. Al adoptar la política de la “ilegitimidad” como sello permanente de su discurso, ha comprometido la condición de PJ como parte integrante del sistema. ¿Es una estrategia decidida formalmente o se adelanta por la vía de los hechos?
Por esto las acusaciones del Gobierno no se quedan en el aire. Esto la vida política nacional, ya que es difícil intentar estabilizar el nuevo sistema de partidos sólo con una porción de la MUD, sin PJ, porque los partidos tradicionales, como AD y Copei, están muy disminuidos. Los acuerdos y entendimientos no serían muy representativos. Le corresponde a la dirección de PJ revisar la estrategia de “ilegitimidad” y estudiar cómo reafirmar su condición de pata del sistema, a pesar de los obstáculos que pueda encontrar. Es un paso indispensable para la consolidación del nuevo sistema de partidos.
El dilema de Primero Justicia
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