No podemos balconear la historia

Con ese lenguaje tan suyo el Papa Francisco jamaqueó a los jóvenes en Brasil para que salieran a la calle a “armar lío”, a rebelerse contra todo aquello que degrada a las personas y las convierte en animales. “Patear el balón adelante” es una hemosa metáfora, sobre todo teniendo en cuenta de que la dice en la Meca del Fútbol, Brasil. Quería invitarlos a no quedarse atrás, a ser los protagonistas de los cambios que la sociedad necesita.
Les contó una anécdota ilustrativa de la Madre Teresa. Una vez le preguntaron: ¿Por dónde empezar? Y ella contestó muy convencida: -Por ti y por mí”. Es lógico. La santidad –que es la búsqueda de Dios- comienza por uno mismo si quiere ser eficaz. Los esplendorosos incendios forestales no comienzan enormes. Se inician pequeños, con una chispa que algún descuidado fumador echa sobre la paja seca.
Sería ilusorio querer cambiar el mundo sin cambiar nosotros. Seremos como una piedra lanzada en la superficie del agua tranquila de una laguna. Poco a poco, se va extendiendo el círculo que la piedra originó al caer. Francisco insistió en que además de un humanismo integral, que respete la cultura original y la responsabilidad solidaria, es necesario, para afrontar el presente, el diálogo constructivo.
A ese diálogo al que el Papa se refiere, lo llamó, hace muchos años san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, apostolado de amistad y confidencia. Y lo describió más o menos así: “Esas palabras deslizadas tan a tiempo en el oído del amigo que vacila, aquella conversación orientadora que supiste provocar oportunamente y el consejo profesional que mejora su labor universitaria y la discreta indiscreción que te hace sugerirle insospechados horizontes de celo… Todo eso es “apostolado de la confidencia”. (Camino 973).
La juventud está esperando que los adultos les presentemos ideales por los que valga la pena dar la vida. Ellos tienen ansias de comprometerse en proyectos grandes que cambien la historia. No se conforman –así lo dijeron- con ser meros observadores de una realidad vacía y engañosa que deja el corazón seco. Los jóvenes esperan que les exijamos. Su disposición está clara, nos lo acaban de demostrar en Brasil. Pero necesitan ejemplos vivos, no teorías ni programas ineficaces. Quieren comprometerse con la verdad, dejarse abrazar por ella, dedicar su vida a ella, transmitirla a tanta gente buena que aun no la ha descubierto.
Los puñales y las espadas toledanas famosas en todo el mundo por su calidad llevan inscrito en el mango por donde se las sujeta esta inscripción: “No te fíes de mí si te falta corazón”. Saint Exúpery, autor de “El Principito”, decía sobre transmitir ideales: “Si quieres construir un barco no comiences repartiendo tablas, clavos, herramientas o funciones, etc. sino despierta primero en tus hombres el deseo de salir al mar”.