Yo no soy colombiano, yo soy un hombre universal, del universo claro.
No, no me refiero a lo que según la canción de Billo’s el Magallanes le propina a sus rivales, en especial a los leones del Caracas. No, nos referimos a lo que la revolución nos hace desde que llegó. Ya son tres largos e interminables lustros de atropellos de un régimen que cada día hace lo que le da su real y canina gana. Apenas el ahora difunto asumió el poder comenzaron las violaciones a la Constitución. La primera que recibió palo fue la moribunda, la de 1961. Se convocó a una constituyente sin asidero constitucional alguno. Y la inmensa mayoría del país, lo acató sumisamente. A palo limpio se hizo la nueva constitución. Y de allí en adelante se hizo lo que el jefe ordenaba. Se le cayó a palo al viejo congreso. Se le dio palo al nombre de la república. Igual tratamiento comenzaron a recibir los poderes públicos. Se apaleó a las Fuerzas Armadas, a Pdvsa, a las universidades, a la educación en general, a la salud, a la CTV, a Fedecámaras, a los bancos, la industria, el comercio, las fincas, la propiedad, y a cuanta institución u organismo se atravesara. Todo el país, sus instituciones, públicas y privadas, los partidos políticos, las ONG’s, la gente toda, fueron convertidos en piñata. Y el país fue amoldando su lomo para recibir esa palamentazón. Palo, palo, palo, palo palito palo he.
Los dirigentes y analistas políticos, los escribidores, y mucha gente más decían hasta aquí, ya no más palos. Pero igual seguíamos poniendo el lomo. Cada evento, decíamos, sería el último, no más lomo, pero que va, siempre había otra paliza. Y así fueron pasando los días, los meses, los años. El teniente coronel le ordenaba al CNE, bajo amenaza de paliza, que le contara bien los votos. Se hizo invencible pues. Y así seguimos, palo y elecciones. Y el teniente coronel ya hecho “comandante en jefe” se marchó al más allá, posiblemente agobiado de tanto repartir palos, y se convirtió en el “comandante supremo y eterno”. Y le pasó el garrote a su pupilo Nicolás. Y siguieron los palos. Antes del deceso había un solo paleador ahora empeoró la cosa. Hay más garroteros. Lo digo porque el de los ojos bonitos tiene su propio garrote y como lo usa. Igual el actual ministro del pepe para la Justicia y Paz. La Fiscal y la Defensora también tienen su palito de escoba. Los vices, la ministra armada, el ministro de las alma mater y los magistrados del TSJ también tienen sus varas. Y paremos de contar. Bueno ni el Magallanes en sus mejores tiempos, en los de Lázaro Salazar, el “Príncipe de Belén”.
Pero somos un bravo pueblo, como dice nuestro Himno Nacional. Tan bravos que aguantamos la paliza muertos de la risa. Para muestra un botón. Vimos por TV al ex diputado Mardo con una sonrisa a flor de labio, cuando el diputado presidente, el garrotero dos, le anunciaba el allanamiento de su inmunidad parlamentaria. Pero no solo él, también sus compañeros de bancada celebraban, supongo porque pensaban que “ahora sí van a saber quiénes somos nosotros”. O será por eso que llaman masoquismo. No sé, a mí que me registren. Que nos caigan a palos, pero ya verán. Los esperamos en la bajadita. El 8 de diciembre la paliza se la damos nosotros. CNE mediante. Parodiando al tango “15 años no son nada”. El eterno murió, el maduro se pudrirá y vendrá el dado de dios y luego el yerno y después el nieto. Y así for ever. Discúlpenme el optimismo pero es que ya la laceración del lomo se me convirtió en callo. ¿Será que nos salvará un palo? me refiero a un palo de agua. Pancho I ayúdanos.
Y palo y palo y palo..
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