El orgullo puede ser tanto una satisfacción personal por alguna cualidad nuestra o algo relacionado con nosotros. Cuando esta satisfacción es excesiva y sobre todo supone menospreciar a los demás es cuando este orgullo pasa a ser una cualidad negativa.
¿Es siempre negativo el orgullo?
“Por supuesto que no”. Se nos ha dotado con sentimientos y emociones por algo. Es una gran riqueza interior que poseemos y no debemos de infravalorarla.
El orgullo está hermanado con el ego y, al igual que este, en su justa medida, nos impulsa hacia la realización de acciones en las cuales, el esfuerzo motivado y la creatividad, hacen posible verdaderas hazañas, expresando un regocijo feliz y un comportamiento social de ayuda altruista.
Entonces nuestro orgullo ha servido para afianzar nuestra confianza imprimir fuerza de ahincó y tenacidad, elevando nuestra autoestima.
¿En qué nos perjudica el orgullo?
Cuando ese grado de orgullo sobrepasa nuestra conciencia entonces se convierte en nuestro tirano, creando una ceguera intrínseca que nos lastima severamente a nivel fisico, síquico y espiritual.
El orgullo nos aparta de la fluidez de la belleza y la libertad.
El orgullo nos hace entrar en guerra con nosotros mismos.
Creando bloqueos energéticos internos que impiden la regular circulación energética, mermando muchas funciones homeostáticas de nuestro organismo.
Si no somos conscientes para favorecer una actitud de cambio, se pueden manifestar síntomas de tensión y molestias musculares y articulares, dando paso con el tiempo a la rigidez de gran parte del aparato locomotor.
Conductas
Si vives pendiente de las apariencias y necesitas estar en primera fila, porque supones que perteneces a una clase superior.
Si crees que tienes preferencia sobre todos.
Si crees que nunca te equivocas y los demás sí.
Si te has estancado en una posición y no admites otras opiniones ya que lo tuyo es lo perfecto.
Si eres tú el que habla siempre, minimizando la opinión de los demás.
Si te crees imprescindible y todo lo que posees es mejor que lo de los demás.
Si no aceptas sugerencias para mejorar algo, solo porque no se te ocurrió a ti.
Si te aferras a una postura defendiéndola sin límites y sin aceptar un margen de error o corrección, sin reconocer el fracaso.
Si haces cosas contrarias a las que te dictan tus sentimientos aún dañando y dañándote.