La universidad no es una fábrica de diplomas

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Cuando el Presidente Maduro y el ministro Pedro Calzadilla intentan empequeñecer la lucha de las universidades en huelga contra las medidas de control del pensamiento libre universitario, esgrimiendo que ellas apenas tienen un 15% de la matrícula universitaria, en contraposición de las “aliadas” -que representan la inscripción mayoritaria-, reducen el concepto de universidad a simples fábricas de diplomas, desdeñando otras funciones que constituyen, junto a la formación profesional, el deber ser de la Universidad.
La función de la universidad no es reducible a un atestar de conocimientos  al estudiante con la esperanza de que le sean útiles: las universidades modernas contemplan la educación integral de los ciudadanos bajo principios ético-morales, con sensibilidad social, espíritu crítico, mente creativa, autónomos y responsables, en un ambiente de tolerancia y libertad. Todo para promover la paz, erradicar la pobreza y fomentar el desarrollo sostenible de la sociedad. Estos objetivos no se alcanzan sólo dictando clases, sino mediante el ejercicio pleno de todas las actividades universitarias. Concentrémonos en una muy  esencial, generadora de conocimientos: la investigación.
La conferencia Mundial sobre la educación Superior realizada en el 2009 auspiciada por la UNESCO (entre los representantes por Venezuela fue la profesora Tibisay Hung, perteneciente a la actual directiva de la OPSU) suscribió un acuerdo que contempla recomendaciones para ser aplicadas por los Estados Miembros. Entre ellas, cito: “Los centros de educación superior, en el desempeño de sus funciones primordiales (investigación, enseñanza y servicio a la comunidad) en un contexto de autonomía institucional y libertad académica deberían centrarse aún más en los aspectos interdisciplinarios y promover el pensamiento crítico…”. Esto poco se parece a la inefable Convención Colectiva que el gobierno quiere imponer a nuestras universidades con el fin de confinar el libre pensamiento y postrarlas a un estado vegetativo.
En la misma conferencia se preconizó: “En aras de la calidad y la integridad de la educación superior, es importante que el personal docente disponga de oportunidades para realizar investigaciones y obtener becas”. La falta de presupuesto para realizar investigación y capacitar su personal en esta importante función, ya causa estragos de repercusión nacional.
El Grupo SCImago publicó el pasado marzo, el quinto informe de producción científica de las instituciones de educación superior de los países Iberoamericanos. Estos informes “SCImago Institutions Rankings” (SIR) contienen una serie de indicadores bibliométricos que revelan el status quo de la investigación en estas instituciones: tamaño de la producción, impacto científico, especialización temática y grado de colaboración internacional. Entre los datos arrojados, resalta que dentro del ranking entraron 61 universidades venezolanas con una producción total de 9541 artículos. La suma de los artículos publicados solo por las universidades autónomas -”las férreas opositoras a la hegemonía de pensamiento”- fue de 8594 artículos que representan el 90% de las publicaciones nacionales. Por otra parte aquellas instituciones alabadas por el gobierno publicaron: UNEFA 15 artículos (0,15%) y la UBV 12 (0,12%). Según este ranking, las universidades autónomas ocupan los seis mejores puestos, siendo la mejor ubicada la UCV en el puesto 80. La UNEFA el 456 y la UBV el 459.
Los informes anteriores también revelan que todas las universidades nacionales vienen bajando de posición en relación a las otras Iberoamericanas: la UCV en el informe 2009 ocupaba la posición 65, actualmente ocupa la 80; la USB estaba en la posición 85 y ahora en la 110; la ULA pasó del puesto 88 al 115; la LUZ cayó del 107 al 123 y esta es la tónica general. Como única buena noticia solo la UCLA mejoró su posición pasando de 233 en 2009 a la 226 en 2013.
Otro dato interesante es el mito creado acerca de la investigación en Cuba: su mejor universidad (la de La Habana) se ubica por debajo de 3 de nuestras universidades autónomas que, dicho sea de paso, se encuentran en crisis presupuestaria. También se evidencia que las universidades que más crecen en Latinoamérica son las de Brasil, Chile y Colombia; mientras que decrecen progresiva y sostenidamente las de Venezuela y Argentina. ¿Habrá alguna correlación con los regímenes políticos vigentes en estos países?

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