Cuando se trata de comparaciones los venezolanos nos hemos dado a la tarea de tener una memoria corta tarambana y una memoria larga aun peor.
Según algunos desde 1958 y durante 40 años no hubo nada que destacar y por el contrario hacía falta no uno, sino varios tornados como aquel de Kansas que arrastró a Dorothy a un mundo mágico, con la gran diferencia que nuestro huracán en lugar de llevarnos a Oz, nos dejó desazón, barbarie y desolación.
Y es que los cambios eran necesarios para terminar con todos los vicios incoados en ese proceso civilista, entre ellos, esa tradición aburguesada de tener primeras damas, atentatorio con una verdadera revolución.
La tradición refiere que el término de First Lady se acuñó y popularizó en el perverso y retorcido imperio de los Estados Unidos, y una revolución antiimperialista debía hacer fenecer tal procacidad de vocablo.
Bienhechoras y caritativas
La primera dama es, en determinados Estados, la cónyuge del presidente de ese país, o en su defecto, alguien que cumple esa función en ceremonias oficiales, y que a menudo participa en obras de carácter humanitario y de caridad.
En Venezuela Carmen Valverde fue primera dama de la mano de Rómulo Betancourt y si bien su participación en la filantropía es poco recordada, se tienen evidencias de su devoción familiar y el fiel cumplimiento de sus obligaciones.
Pero es Carmen América Fernández Alcalá de Leoni, mejor conocida como Doña Menca, quien estableció un rol diferente para las primeras damas, al colocar al servicio del país y de la familia venezolana su alta investidura.
Doña Menca fue ejemplo para el fortalecimiento de la familia venezolana. Su sonrisa iluminó los hogares de los más desposeídos y la vida de los miles de niños que se beneficiaron de su gestión. Instituyó la realización de matrimonios masivos como mecanismo para hacer de la familia la célula fundamental de la sociedad, otra idea capitalista a ser derrotada, y fundó en 1964 el Festival del Niño, destinado originalmente a proporcionar oportunidades de recreo y vacaciones a los niños pobres y que a la postre se transformaría en la Fundación del Niño, institución de carácter privado y herramienta de trabajo de la Primera Dama, hasta que en 2007 fue estatizada y adscrita al Ministerio de Educación.
Otra que enalteció con su nombre esa labor fue la recordada Alicia Pietri de Caldera, que dejó para el evocación el programa Un cariño para mi ciudad, que, con la participación de la empresa privada, buscaba embellecer y humanizar a Caracas y el Museo de los Niños, con el que pretendió, y lo logró, que los niños asimilaran los principios de la ciencia, la tecnología, el arte y los valores fundamentales de la sociedad mediante el juego. O el famoso Plan Vacacional que Doña Alicia impulsó durante el primer período de Caldera, un programa que consistía en llevar a los niños del Zulia para Ciudad Bolívar; a los andinos para Margarita; y a los orientales para los Llanos.
También es de grato recordar a Blanca Rodríguez de Pérez, Doña Blanquita, que aun hoy a sus 87 años, sigue dirigiendo su obra filantrópica, Bandesir, una fundación de caridad enfocada a proveer sillas de ruedas y muletas a los pobres con discapacidad o la red de Hogares de Cuidado Diario para que las madres solteras, trabajadoras y de pocos recursos, pudieran dejar a sus hijos en manos de cuidadoras especializadas.
Patria nueva ¿valores nuevos?
Pero toda esa destrucción patria debía ser reemplazada por algo más autóctono, más venezolano, más criollo.
Gracias a ello tuvimos a alguien que cambió los antivalores de las apátridas anteriores por verdaderos valores revolucionarios. Ella confesó haber terminado su primera cita, con el futuro presidente, en un tórrido encuentro amatorio automovilístico, que apuntaba a los valores de esa patria nueva de “esta noche te voy a dar lo tuyo”, que no sabríamos si ubicarlo literalmente en lo que generó sus múltiples ingresos al Hospital de Clínicas Caracas o a las insinuaciones del estro, muy propio, de los mamíferos.
A pesar que para la Real Academia Española el término de primera dama se refiere a una mujer noble o distinguida que es esposa del presidente, Nicolás prefiere llamar a Cilia “primera combatiente” y no con ese remoquete cuartorepublicano e imperialista. Si ya Maduro se desposó con Cilia, solo cabe preguntarse ¿será que él no es presidente? o ¿Qué él no ve en ella los atributos que el mataburros da?
Llueve… pero escampa
@yilales