Agradecer lo que tenemos, parar y respirar durante un minuto. Es el minuto mágico que nos ayuda a volver a centrarnos. Valorar si vale la pena esa descompensación emocional y física (nuestro hígado lo siente profundamente).
Y preguntarnos ¿es para tomarme esto así?
Tenemos la certeza de que hoy somos y estamos, hoy, mañana no sabemos, por esto es mejor que no hipotequemos estos preciosos minutos que son lo que realmente tenemos.
Por ejemplo si estamos en medio del tráfico, hay una retención de quilómetros, hace calor y los niños están alterados, propongo que en vez de enfadarte, comiences con ellos a cantar una canción, igual estarás ahí hasta que se pongan en marcha los demás.
Pues, a darle la vuelta.
Si gritas, descompensa.
Si cantas, equilibras.
De ti depende el recuerdo que quede de ese momento.
Nuestro consejo para saber cómo controlar el enojo
Todas las situaciones por malas que sean tienen su parte positiva, sólo tenemos que darles la vuelta.
Es vital que antes de irnos a dormir hayamos quedado en paz con nuestros afectos, con nuestra familia, nadie nos garantiza que mañana podamos hacerlo.
Para que el enojo deje de ser parte de nuestra vida podemos tomarnos ese minuto al día para respirar y estar a solas con nosotros.
Abraza más, dialoga, escucha, exprésate.
Los demás son como son, no como nosotros queremos que sean.
No intentemos cambiar a nadie, está en nosotros gestionar nuestras emociones para que no nos afecte el comportamiento de los demás.
Todo se soluciona a partir de nosotros mismos, somos generadores de armonía o caos.
Nadie es culpable de nuestro enfado, no cometamos el error de decir, “Estoy enojado por tu culpa” o “Me haces enfadar”. Eso es manipulación. Cada uno está enojado por derecho propio y nadie nos hace enfadar si nosotros no lo deseamos.
Disfrutemos de cada día como si fuera el último, nuestro y el de los demás.
Que nadie se vaya para siempre con la grieta que produce una discusión o un reproche, después ya es tarde.
Antes de enojarnos es necesario pensar, si realmente vale la pena.