El asilo temporal de un año que Rusia ha concedido al exconsultor de inteligencia Edward Snowden pone al gobierno de Barack Obama entre las cuerdas cuando intenta que el Congreso no limite la vigilancia de las comunicaciones.
Pese a las advertencias de Washington, que calificó de «lamentable» si Moscú tomaba la decisión, Rusia finalmente dio asilo temporal a Snowden, que este jueves abandonó el aeropuerto internacional de Moscú, en el que se encontraba bloqueado desde hacía más de un mes, y fue trasladado a «un lugar seguro» que se mantendrá en secreto.
La justicia estadounidense acusó a este exconsultor de inteligencia de 30 años de espionaje por filtrar operaciones masivas de vigilancia de las telecomunicaciones realizadas por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por su sigla en inglés).
La Casa Blanca reconoció estar «extremadamente decepcionada» por la decisión de Rusia, último acontecimiento de este caso que ha deteriorado las ya tensas relaciones entre los dos exenemigos de la Guerra Fría.
Sin embargo, el congresista demócrata Robert Menendez, que presidente la poderosa Comisión de Relaciones Exteriores en el Senado, estimó que la decisión de Moscú constituye «un revés para las relaciones ruso-estadounidenses» y reiteró la posición de Washington, para quien «Rusia debe expulsar a Snowden para que sea juzgado» en Estados Unidos.
La reacción del influyente senador John McCain fue mucho más severa: el asilo a Snowden es «una bofetada a todos los estadounidenses», denunció, al tiempo que pidió a Obama que valorara su relación con el presidente ruso, Vladimir Putin.
Para Steven Pifer, experto en relaciones entre ambos países en el Instituto Brookings de Washington, el asilo concedido al exconsultor de inteligencia no es «una buena noticia».
Mientras Snowden estaba en el aeropuerto, «todavía había la posibilidad de ver a los rusos expulsarlo hacia un tercer país lo que, en mi opinión, hubiese sido la mejor solución», expuso Pifer, exembajador en Ucrania.
Especulando sobre el abanico de represalias que puede tomar Estados Unidos, Pifer predijo una reacción medida ya que «Putin ha demostrado que reacciona muy mal a las amenazas».
Tras concederse el asilo, la Casa Blanca afirmó este jueves estar evaluando la utilidad de realizar la cumbre entre Putin y Obama a principios de septiembre en Moscú como antesala a la reunión del G20 que se hará en San Petesburgo.
Enredo diplomático, crisis política
«Debido a Snowden y a la represión política (…) si Obama participa en la cumbre bilateral con Putin será criticado» en Estados Unidos, vaticinó Pifer. «La verdadera cuestión es saber si Putin está dispuesto a que esta cumbre sea fructífera para que los resultados justifiquen el precio político que el presidente pagará» en Estados Unidos.
El enredo diplomático por el asilo dado a Snowden por Rusia llega cuando el gobierno demócrata debe enfrentar una crisis política interna por los cuestionamientos en el Congreso por el programa de vigilancia de las telecomunicaciones.
El 24 de julio, la Cámara de Representantes rechazó por un ajustado resultado una enmienda que habría cortado la financiación del programa. El texto unió a congresistas demócratas y republicanos, a pesar de las consignas del gobierno y de la oposición.
En un intento por aliviar la presión, la Dirección de Inteligencia Nacional (ODNI) desclasificó el miércoles documentos secretos sobre las operaciones de vigilancia, en nombre de la «transparencia». En una de sus escasas declaraciones sobre este tema, Obama pidió encontrar un «equilibrio» entre la transparencia y la seguridad nacional.
Además, como señal de su implicación en la cuestión, el presidente estadounidense tiene previsto reunirse el jueves con «representantes del Congreso de ambos partidos para discutir temas cruciales» de inteligencia, según su agenda.
«El presidente piensa que es importante escuchar lo que el Congreso tiene que decir, incluidos (los representantes) que critican estos programas», dijo un responsable de la Casa Blanca que pidió el anonimato.
Los miembros del gobierno de Obama «intentan encontrar una forma de proteger los programas que siguen siendo importantes, en su opinión, para la seguridad nacional», estimó Pifer, para quien deberán responder a muchas preguntas «si quieren que el Congreso siga apoyando estos programas».