Hombres ilustrados

No es Lima, ni el México de su civilización azteca, ni en la primogénita Santo Domingo, sino en Caracas, un pintoresco valle, donde se producirían en el siglo XIX, sucesos que influyeron toda la América hispana.
El siglo XVIII,  es un tiempo luminoso: de filosofía de las luces, revolución técnica,  invención de máquinas, pararrayo, teléfono, telégrafo, prensa máquina de vapor, medicina preventiva y grandes pasos en la cirugía. Años en que los europeos no pueden ser un continente-nación. Se los impide la diversidad de lenguas y costumbres. Aparece la idea de la libertad, del desafío de la autoridad y se impone el imperio de la razón.
El siglo XIX, es tiempo de guerras, independencias, pestes, expansionismo, liberación de los esclavos y de serios intentos en el mundo por ordenar de  las relaciones internacionales, como en los congresos de Paris de 1814, Viena de 1815 y en el Congreso de Panamá de 1826.
El torbellino de ideas que trajo la Revolución Francesa de 1789 era un cambio cualitativo en el mundo. Montesquieu habla del gobierno de los tres poderes ejercidos por personas diferentes. Locke plantea la soberanía en manos del pueblo y Rousseau lanza la igualdad social.
Dos mundos están en oposición. América estaba despoblada lo que explicaba la escasa industria. Europa justifica el control de la natalidad escandalizada por la falta de alimentos. Napoleón ocupa la Península Ibérica . El Rey de Portugal huye a Brasil en 1807 y el de España abdica en Bayoná a favor del hermano de Napoleón, José Bonaparte.
Una generación de hombres, lanzan en Caracas la idea de la independencia:  Miranda y Bolívar. Hijos de españoles, privados solo de acceder a los altos cargos públicos, son los promotores de esta gesta. Pero como dice Bolívar tenían educación, les enseñan letras, geografía, matemáticas, esgrima, baile, equitación y habían leído los clásicos griegos y los modernos. Eran  hombres ilustrados, que son en toda época quienes deben dirigir las Repúblicas, porque “la tropa termina obedeciendo a quien los recluta, les pone el gorro, les da carne azada y los monta a caballo”.
El pasado 24 julio para conmemorar otro aniversario del nacimiento del Libertador Simón Bolívar y de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, en la capital del Zulia, se montó un escenario donde pudo comprobarse el tipo de gobernante que tenemos. Ninguno de los aduladores de Castro y Gómez, llegaron a los extremos de las lisonjas post mortem a las que están llegando Maduro y Cabello con Chávez.
Ya no es Bolívar el que antecede todo en nuestra historia ahora es “Chávez y Bolívar” los que constituyen el corazón de la patria. Ya no es primero rendir en un desfile militar los honores al pabellón nacional, ahora todo comienza con honores al “comandante eterno”, al “comandante supremo”. Se vocifera hasta la saciedad “la lucha sigue, Chávez vive”. Lo que puede ser la consigna de un partido político se convierte en lema oficial que deben gritar las tropas que desfilan.
Todo ello es producto de la dirección que tiene el país, que no es la de hombres ilustrados, sino de arribistas políticos, formados en Cuba y algunos de cuya nacionalidad venezolana se duda. No hay ni siquiera el recato ante la insistente denuncia de que desde Cuba se dirigen nuestros asuntos, de disimularlo, sino por el contrario el llamado Presidente de la República viaja a la Isla para cualquier conmemoración y en esta última oportunidad ha calificado a Fidel Castro de “faro de luz” y a la Revolución Cubana como estrella luminaria que ha guiado todo nuestro desarrollo.
Habría que preguntarles a los latinoamericanos si los progresos cubanos han servido de avance o retroceso en materia de libertades  ciudadanas, de adelanto técnico y bienestar. Sobre todo después de más de cincuenta años de revolución cuando los cubanos conocen los pasaportes, los celulares, la economía privada, las cuentas bancarias y lo que significa poder viajar al exterior sin que el gobierno autorice la salida.