Los fracasados y tristes resultados del llamado Socialismo Real, y el nombre le viene de perlas dado que a contrapelo del Socialismo Imaginario, éste que tiene que ver con la gente, el espacio, los recursos y el consabido circuito económico; producir, distribuir, consumir, cuya existencia en el globo terráqueo ocupó un largo devenir histórico desde 1917 hasta 1989, unos 72 años, no mostró en su sarcófago más que un rostro ruin de miseria, corrupción, manipulación y asesinatos al por mayor.
Nadie duda hoy que Stalin fue un verdadero canalla y ejemplo eterno de verdugo fatal y despiadado contra sus opositores internos y externos y en general contra todo tipo de discrepancia. No fue que la Unión Soviética desapareciera tras una hecatombe atómica donde ellos y los Estados Unidos se destruyeron mutuamente; no señor, no fue tampoco que las conspiraciones del imperialismo minaron las bases ideológicas y políticas del sistema comunista ruso y finalmente dieron al traste con el sueño milenario de la humanidad por una sociedad sin clases, perfectamente organizada, sin la odiosa propiedad privada; tampoco fue eso, no fue que las corrientes internas del Partido Comunista de la Unión Soviética cedieron ante las manipulaciones de los sectores reformistas, de derecha, de la pequeña burguesía o de los grupos anárquicos o trotskistas. Umh. Umh. Nada de eso.
Fue que ese imperio, peor o igual que cualquier otro imperio, se fue desmoronando irremediablemente entre un mar de ineficiencia, de incompetencia, de desastre ecológico, de locura económica, de paralización del proceso productivo, de hambrunas, de desempleo, de poca o nada de productividad. Y en materia de invasiones sangrientas; basta simplemente recordar el aplastamiento de los movimientos de reforma y progreso en Hungría y en Checoslovaquia donde los tanques rojos rojitos aplastaron sin piedad todos los gritos de libertad y cortaron sin escrúpulo alguno, lenguas y gargantas de patriotas que querían para sus respectivos países mayores y mejores libertades, querían simplemente validar el ejercicio de la autodeterminación de los pueblos.
A mediados de octubre de 1956, como suele suceder una huelga y protesta estudiantil en Hungría llevó al pueblo en general a sublevarse contra el control soviético de la vida húngara. Los rusos eran para Hungría lo que los cubanos son para Venezuela: Manejaban la seguridad, los sistemas de inteligencia civil y militar, puertos y aeropuertos, registros y notarías, el mundo militar, las comunicaciones. Más del 80% del pueblo magyar se alzó y derrocaron al presidente títere de la época, el Sr. András Hedegús.
Eligieron un nuevo presidente, al Sr. Imre Nagy quien inició un proceso de apertura política, económica y social. Este aire de libertad, este respiro de la sociedad atentaba contra el Oso Ruso, pues no hay nada que se riegue más rápido que la democracia y la libertad. Temiendo por la inestabilidad en el mismo corazón de Moscú, los jerarcas rusos ordenaron simplemente una invasión armada y sangrienta de más de 30.000 solados y 1.300 tanques que ocuparon a sangre y fuego Budapest y las principales ciudades, asesinando a más de 2.500 ciudadanos. Desde esa invasión el 4 de noviembre de 1956 hasta el mismísimo fin de la Unión Soviética estuvieron los organismos de seguridad húngaros manejados por los comunistas de la URSS, arrestando y eliminado selectivamente a todo aquel que se atreviera a discrepar de las políticas del gobierno títere del presidente impuesto, el Sr. Janos Kádár.
En cuanto a la República de Checoslovaquia cuyas reformas, ciertamente tímidas, simplemente intentaban ampliar la libertad de prensa, el derecho a opinar y sobre todo a movilizarse, que se fueron gestando a largo de los años, especialmente en el período que comenzó en 1967 asociado fundamentalmente a la Asociación de Escritores Checoslovacos, entre quienes se encontraba Milan Kundera, y que tomaron gran auge bajo la tutela de Alexander Dubcek, quien ocupaba el cargo de Secretario General del Partido Comunista Checoslovaco, proceso bautizado felizmente como “Socialismo con Rostro Humano”, fue igualmente aplastado, no por 30.000 soldados como en Hungría sino por una coalición de más de 200.000 soldados apoyados por 2.300 tanques quienes igualmente pisotearon con botas militares los aires de libertad y progreso que habían comenzado tímidamente algunos años antes.
Este par de casos de invasiones sangrientas explican entre otros muchos argumentos el fracaso de un sistema, mal llamado Socialismo Real, que hoy, seguidores absurdos y ciegos, maniáticos y enfermos, como Giordani y Samán, pretenden imponerle a la sociedad venezolana. La idea comunista de la preminencia de lo colectivo sobre lo individual terminará siempre en manos de un grupo de fanáticos que se atribuyen a sí mismos la encarnación del “pueblo” y en cuyo nombre estarán dispuestos a realizar todas las barbaridades necesarias para mantenerse en el poder.
@eduardo_semtei
Chavismo: enfermedad del comunismo
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