Pocos dudan que el país entrará en un proceso de transición más pronto que tarde, de hecho hay quienes reconocen que la administración actual en medio de sus limitaciones técnicas y, más aún, conceptuales ha empezado a transitar el camino del ajuste económico. Ciertamente no se puede hablar de un “gran viraje”, y menos aún de cambios importantes en el plano político, y menos aún en el discursivo. Pero el pragmatismo de la realidad, una economía inviable y un piso social minado por el descontento, obligan a sentarse a reflexionar y actuar para tratar de corregir lo que desde la visión actual es incorregible.
Pero más allá de la circunstancia del gobierno actual, el país intentará incorporarse en la vida moderna en algún momento. Esta tarea no es fácil, la Rusia post comunista se encontró con una sociedad que aún no estaba lista para lanzarse a la modernidad, probablemente le ocurra lo mismo a Cuba, y aunque en menor medida Venezuela pudiera estarse enfrentando a esta situación. Basta pensar en un joven profesional que ha pasado su etapa más productiva detrás de un volante, o vendiendo cualquier cosa en el mercado informal, sus posibilidades reales de incorporarse en un sistema moderno y dinámico son muy pocas.
Lo mismo ocurre con los políticos y dirigentes que han sustentado su “liderazgo” en esquemas anacrónicos de populismo, rodeados de ineficiencia y corrupción. Estos, al igual que el joven profesional que nunca ha ejercido su profesión, se encuentran limitados para entender e incorporarse en una nueva dinámica. Algunos empresarios no escapan a esta realidad, pues Venezuela en general ha sido una economía cerrada, en la que la protección y subsidios del gobierno han desarrollado una cultura de dependencia del sector empresarial (en general, claro que hay excepciones).
La tarea por venir no será fácil si se quiere llevar adelante una verdadera transición, y no simplemente un cambio de gobierno con más o menos pequeños ajustes del modelo que ha llevado a Venezuela a lo que es hoy. Para lograrlo se debe empezar con algo que no es poca cosa, un consenso entre las elites sobre la visión que se quiere predomine en el país.
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