I.- El pulso de la ley de Dios
Es la ley del amor la que nos salva
y la ley de la vida la que nos vive.
No vayamos contra la naturaleza,
dejemos a la flor que de sus frutos.
El que nos pone alas es el espíritu,
seamos libres como el aire libre.
El espíritu es sol y el sol siempre aviva.
Porque vivir es nacer cada día con el día.
Por la ancha calle de la libertad,
habitan y cohabitan los sueños.
Ensueños que son el pulso y la pausa,
la semilla que nos mueve y conmueve.
Sin deseos nada es lo que tiene que ser.
Somos hijos del orden y del verbo.
Venimos del amor y al amor volvemos.
Tras vivir para sí, por y para los demás.
II.- Es la donación nuestro tesoro
El poder de la palabra es la donación.
Todo es gratuito, todo es gracia.
No hay mayor riqueza que donarse.
Un corazón compasivo es un tesoro.
Uno es lo que es por lo que ama.
El que no ama no vive, está muerto.
Nuestro corazón recibe según entrega.
El que no se ama, tampoco se quiere.
Hay que querer hasta que nos duela,
porque hay dolores que nos subliman.
Quien sabe de dolor, sabe de vida.
No os espante el sufrimiento, ofrecerlo.
Tampoco os espante la vida, vivirla.
Que una vida servida y bebida es luz.
Luz para el caminante que camina.
Poesía de Dios en nosotros para siempre.
Para ello, es necesario custodiar
el corazón abierto y los brazos tendidos.