En este país de lo imponderable, inusitado y estrambótico, pocas cosas nos pueden extrañar ya. Sin embargo, con toda y esa ausencia de extrañeza, no nos falta el sentimiento de pena, entendiéndola en ambos sentido: como dolor y como vergüenza. No otra cosa podemos expresar ante las últimas celebraciones patrias -¡Dios mío. que nos esperará hoy!
No digamos las últimas, porque la verdad es que desde hace bastantes años de este gobierno ilegítimo hemos venido presenciando –es un decir, yo no presencio nada, me entero por la prensa- una serie de desfiles y que militares pero más bien carnavalescos. No basta, para el gusto cursi de esta gente, el colorido de uniformes de época que se habían venido usando en algunos pelotones para evocar la gesta de independencia del siglo XIX. Comenzaron por montar escenas folclóricas ajenas a lo castrense y pusieron este año la guinda en el Campo de Carabobo el 24 de junio: cual carroza de carnaval carioca, sendas “señoras” llevaban pintados los uniformes de la guerra de nuestra independencia, ¡en sus torsos desnudos!
A falta de tela buenos son tintes. ¿Sería un ensayo para poner una carroza bolivariana en la próximo cita de carnestolendas en Río? ¡Saudades!
Estamos viviendo una banalización de lo que antes tal vez se pasaba de sacro: el honor a nuestros héroes. Recuerdo que años atrás no se podía pasar por la plaza Bolívar de Caracas cargando un paquete grande, ni las mujeres ir con pantalones. ¡Era terreno sagrado del Padre de la Patria! Hoy pasas de cualquier manera, supongo que también en traje de Adán y Eva,
pues si en Carabobo, donde nació definitivamente nuestra república independiente, se exhiben sin velos las formas, ¿qué más da en la plaza del ilustre caraqueño?
Entre una y otra celebración patriótica, yacían en huelga de hambre nuestros universitarios en protesta, entre otros males, por los míseros presupuestos para esas casas de estudio donde se forman científica, cultural e intelectualmente las personas que deben sacar adelante a este país. Pero eso no les importa a los gobernantes actuales porque ellos buscan todo lo contrario: la degradación y destrucción de la nación mientras ellos se llenan los bolsillos. Si en algo es coherente esta generación de líderes enrojecidos es en su constante e infatigable acción anticultural. Aminadab no es culto. No apruebo las huelgas de hambre por dos motivos: no es cristiano atentar contra la vida y la salud corporal, ni vale la pena este recurso extremo cuando ese hace para conmover a quien no es humano, porque le importará un pito que los manifestantes mueran. Eso está ya demostrado.
Afortunadamente, tras la segunda fiesta, la del 5 de julio, por la oportuna intervención de los ministros de la Iglesia, los huelguistas se convencieron de dejar atrás su protesta inútil. Seguir en la lucha sanos, eso sí es útil. Y me gusta pensar que hay una coincidencia sutil, extrasensorial, entre esta renuncia a lo vano por la acción y la firma del Acta de la Independencia.
Ese día se hicieron ascensos y nombramientos. A primera vista, a nosotras las féminas debió regocijarnos mucho la primera mujer a la cabeza de las fuerzas armadas nacionales, pero pronto, al menos a mí, se me fue el gozo al pozo. Primero, nombrada por un ilegítimo, no es legítima y segundo, sus declaraciones tempranas fueron las de una chupamedias más y ya hay suficientes en primer plano. Y lo peor, chupamedias de un ilegítimo difunto que, aunque lo quieran santificar, no es más que un cadáver sepulto y un ánima, ambos, quién sabe dónde. ¡Qué de ilegitimidades, Señor!
Y hay algo que no me cuadra. Las vísperas del 5 de julio, los ensayos de los aviones de las fuerzas armadas atronaron el cielo de Caracas. Nos preparábamos para esa atronadora aparición durante el clásico desfile en la avenida Los Próceres y, si lo hubo, fue bajo silencio. ¿Empezó tarde el desfile porque estaban rindiendo honores al ilegítimo difunto por los 4 meses de su supuesta muerte y el cielo ya no estaba para aviones? ¿No sería más bien que se coló un descontento aéreo por el nombramiento marino y se canceló el vuelo por temor a un desaguisado desde el éter?
Ahí lo dejo.
Del Guaire al Turbio – ¿Por qué no volaron los aviones?
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