No soy dado al culto a Bolívar, creo que esa entronización casi religiosa que de él se hace, nos ha hecho más daño que lo que nos ha beneficiado como colectivo, especialmente en estos últimos años, en los que la memoria del Libertador ha sido manipulada por una supuesta revolución que, de bolivariana, solo tiene el nombre.
Simón Bolívar, en una carta dirigida a su hermana María Antonia en 1825, señaló que un hombre sin estudios era un ser incompleto, con lo cual alertaba sobre los peligros que se cernían sobre una sociedad cuando los ciudadanos no recibían instrucción porque quedaban en lo que Parménides de Elea definía como la nada.
Pero él no se quedaba ahí, ya que en la misma misiva, lapidariamente decía que el ignorante siempre estaba próximo a revolverse en el fango de la corrupción, con lo cual se arrojaría a las sombras de la esclavitud.
Es por eso que en el canal de televisión de todos los venezolanos, hacía vida un presentador que se ufanaba de ser un bachiller marginal, por lo cual vivía en el estercolero lanzando sus detritos y vilipendiando a todo aquel que disintiera del pensamiento único, muy propio de quien nunca ha pasado por la universidad, ni siquiera conduciendo un autobús.
Muera la cultura, viva la ignorancia
En estos tiempos que transcurren se ha procurado llevar a Venezuela a navegar por el mar de la ignorancia, mediante la destrucción de la Academia y la exaltación de la barbarie.
Desde la academia platónica que instruía sobre las matemáticas, la dialéctica y las ciencias naturales a la universidad moderna vista como una sociedad científica, literaria y artística, ha corrido mucha agua bajo el puente.
Y pareciera que desde hace años el gobierno en Venezuela ha apostado por la destrucción de la comunidad de académicos que se agrupa en las universidades. Esa institución formadora de valores, principios y ciudadanía, es incómoda cuando se trata de crear un pensamiento unívoco.
La rebeldía a la opresión militar merecía un castigo y nada mejor que optar por la intervención pero con pertrechos distintos a los empleados en la tristemente recordada “Operación Canguro”, ordenada por un académico que ejerció la presidencia de la República, quien con tanquetas, fusiles y bayonetas invadió la Universidad Central de Venezuela para, según él, evitar un mal mayor. Una mancha que nunca pudo borrar de su historial.
Diferente intervención ¿Iguales resultados?
La intervención planificada por este esperpento revolucionario del siglo XXI que nos gobierna se fundamentó en: la inacción, la asfixia y el estrangulamiento de las universidades, y fue ejecutada por los ministros del sector, que desgraciadamente son profesores universitarios.
Las universidades se plantearon resistir a los atropellos cuartelarios y el gobierno optó por doblegarlas.
Para construir el pensamiento único y acabar con el sentido crítico, al régimen le dio por masificar la educación, creando universidades como granos de arroz partido, sin pensum científicamente académico y de dudosa calidad.
Luego al no poder penetrar a la academia por la vía electoral escogió por aprobar una Ley que cambiase la correlación de fuerzas en el sector universitario para un supuesto voto igualitario, imponiendo una comunidad académica que viola la Constitución Nacional.
Año tras año, por la vía de la reconducción del presupuesto, restringió al máximo la investigación y por ende la esencia de la enseñanza superior y en paralelo se dedicó a minar la profesionalización del cuerpo docente, en primer lugar violentando las normas de homologación y en segundo lugar imponiendo aumentos salariales inconsultos y deficitarios.
Todo esto conllevó a las universidades a trazarse un conflicto intergremial que no solo ha buscado reivindicaciones laborales, sino demostrar firmeza ante las amenazas intervencionistas y coraje ante el miedo, aunque al momento de tomar la decisión sobre si se debe o no radicalizar la protesta, claudica por aprensión al efecto PDVSA que tanto daño le hizo al país, como sí ya, de hecho, no está subyugada. Es distinto actuar como los judíos del Gueto de Varsovia que como los de Auschwitz-Birkenau.
Creo que la universidad venezolana debe luchar por su dignidad, debe luchar por sus principios, debe luchar por sus valores, para poder formar seres completos, sino las tinieblas de la ignominia, la infamia, el deshonor y la vergüenza habrán sometido a la Casa que vence la sombra.
Llueve… pero escampa
@yilales