42. Durante la infancia y adolescencia del Dr. Pascual Venegas Filardo, muchos productos de los que regularmente se consumían en los hogares barquisimetanos se adquirían de gente que los pregonaban diariamente por la ciudad trayéndolos de los campos vecinos o de Cabudare, Duaca, Quíbor y hasta de El Tocuyo.
43. Indispensable en la cocina barquisimetana era la leña, pues no existían otros medios para elaborar los alimentos, sino los fogones de topias sobre las que se colocaban las ollas o el budare, según el alimento a cocinar. Para tostar el café se usaban los calderos de hierro.
44. La leña se traía en burro “a dos y medio”, (Bs 1,25) la carga de dos bultos con sobornal, bulto más pequeño formado con ramas delgadas o chamizas.
45. Los huevos también se vendían a domicilio “desde cinco a ocho” por un real (Bs. 0,50). Pernil delantero o trasero de chivo, mangos a ocho por locha, datos, semerucos, ciruela criolla, mamones, cotoperices, aguacates, cambures, hortalizas, amasijos, acemitas, bizcochos salados, coquitos, suspiros, melindres, besitos, melcochitas, conservas de leche o de coco, papeloncitos de azúcar.
46. En la calle Regeneración (carrera 17) una señora fabricaba longanizas y hallacas a 0,25 o 0,50 cada una.
47. Las mejores acemitas las fabricaba la familia Rodríguez Garmendia, frente al mercado principal; la familia Arapé fabricaba bizcochos, cerca del puente Bolívar; y José García San Juan, fabricaba panes dulces, en la esquina sureste de la plaza Miranda, hoy plaza Bolívar.
48. Por pregón se vendían también los famosos pirulíes colocados en un maguey y señoras, casi siempre libanesas, vendían telas ofreciéndolas de casa en casa.
49. En 1920, las calles de Barquisimeto, no todas sinembargo, eran empedradas siendo la del Comercio la que poseía esa condición en mayor longitud desde el sector llamado José Félix Ribas al Este, hasta la pulpería y venta de licores de Julián Gutiérrez, dos cuadras más hacia el Oeste del terminal del tranvía de caballitos, o esquina de La Cochera.
50. Las calles transversales que iban de Sur a Norte, estaba empedradas desde la iglesia Altagracia (carrera 19) hasta la calle Miranda (carrera 21). Las demás calles eran de tierra apisonada o, como la Libertador (carrera 19), con una a dos cuadras empedradas. Una calle transversal totalmente empedrada desde la carrera 20 hasta la estación del ferrocarril era la llamada Páez -5 de julio (ahora calle 31).
51. Las aceras eran de ladrillos y sus bordes fijados con lajas. El cemento para las aceras comenzó durante la presidencia del general Diógenes Torrellas Urquiola pero su uso se incrementó con el general David Gimón.
52. La plaza denominada oficialmente Pedro León Torres y popularmente la Moneda (carrera 19 con calle 23) se llamó originalmente Regeneración. En esta plaza se efectuaban sábados y domingos conciertos al aire libre.
53. El macadam para pavimentar las calzadas lo utilizó por primera vez a Barquisimeto el general Rafael María Velasco Bustamante: se cubría de concreto el centro de las calles y a los lados una franja empedrada. Este macadamización fue muy parcial pero luego el general Eustoquio Gómez realizó un agresivo plan mediante el cual todas las calles, o su mayoría, fueron cubiertas de concreto o macadam.
54. En la esquina de la carrera 19 con calle 25, los hermanos Carrillo, nativos de Boconó instalaron el Hotel Central, famoso centro de hospedaje de la época y unos billares muy concurridos por los jóvenes de entonces.
55. “Las plazas quedaban solitarias a las nueve de la noche pero antes de cerrar las puertas de la Miranda y de la Bolívar, el celador hacía salir a los trasnochadores que permanecieran en ellas”.
56. Por las tardes llegaban los vendedores de malojo, paja guinea o del pará a dos o tres bolívares la carga de paja y a cuatro la de malojo entregada a domicilio. Los barrios más frecuentados por estos vendedores eran El Manteco, La Estación, Paya o La Mora.
No existían, o eran pocos, los automotores por lo que el transporte animal era lo común y el alimento para las bestias muy necesario.
57. La leche y el pan los vendían por la calle cargándolos en mulas o burros en recipientes de metal, la leche; de cartón, el pan
Con los sacos de harina, la gente pobre se hacía camisas, fuertes y resistentes para el trabajo y ese es el origen de la expresión “camisa è mochila”.
Cronista del Municipio Iribarren