Convivir con la muerte

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Érase una vez un país, alegre y olvidadizo, que por largo tiempo coqueteó con la muerte.

Si escribo estas memorias, desde algún lugar que no alcanzo a reconocer, es sólo para rescatar a la vida el dolor de una desesperanza envuelta en mil mortajas. Lienzos teñidos de ese color ocre que nos ata a la tierra, al polvo que habremos de volver a ser algún día de estos.

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Por esas cosas inexplicables del destino me tocó ver de cerca la original manifestación de los elementos. El primer desafío mortal a todo signo de bondad, de justicia, de amor por el prójimo. Y la respuesta categórica, acuciante, de la naturaleza. La murmuración de Dios ante el asomo de la blasfemia trepada al poder.

Descansaba una tarde de diciembre de 1999 en un desvalido hotel de La Guaira, a modo de recargar energías para emprender el retorno, cuando el dueño del local tocó la puerta de mi habitación. Llovía en forma sostenida, copiosa. Parecía que las lonas del cielo estaban rotas, o que desde las alturas se buscaba descargar con violencia una ansiedad milenaria, oculta. Una advertencia celestial, fabulosa, más allá de toda comprensión.

Había dejado el carro estacionado al frente, y si no lo retiraba a tiempo, me dijo el gerente, o dueño, del local, el agua acabaría por cubrirlo. Por más que el hombre insistía en arruinar mi reposo con llamados cada vez más histéricos (había manejado la noche anterior, y trajinado todo el día), me aferré tercamente a la idea de que ese impaciente exageraba en su ambular. Sólo deseaba que desalojara la habitación, me dije para mis adentros, molesto.

Fue tanta la obstinación del personaje, atribulado, ya fuera de sí, que acepté irme, todavía a regañadientes. Y lo que mis ojos vieron al apenas ganar la calle, fue la imagen del espanto. Pero era apenas el comienzo, las preliminares líneas y texturas de una historia que aún me escuece los sentidos. Digo esto, aclaro, insisto, sin saber, ciertamente, dónde me encuentro, ni de qué lado estoy, ahora. Si, acaso, del lado de los vivos… Del lado de los que esperan, nadie sabe qué milagro, a esta hora en punto.

Los poetas recitarían que ese fue el día en que la montaña avanzó hacia el mar. No obstante, lo juro, nada de poesía, ni de belleza, hay en cuanto ocurrió en ese lugar en esa fecha imborrable, ni en las siguientes. Es más, hasta el sol de hoy.

Lo primero que observé fue la piscina del hotel. Era un charco de aguas amarillentas, sucias, luego de lavar cerros lejanos, y todas las quebradas y cauces de ríos, revueltas en restos de casas hasta ese instante en pie, turbios y agónicos caldos que arrastraban utensilios que alguien, me asaltó el horror, había dejado de necesitar. En la calle, el agua llegaba a la altura del motor del carro. Las maletas, tiradas apresuradamente, nadaban en charcos de lodo deseosos de narrar algún excitado relato, algún asombro atragantado.
A duras penas salí de la calle donde estaba aquel hotel de mala muerte. De mala muerte, sí. De eso se trataba. Después supe que ese mismo día se lo tragó la lluvia, ese hotel se fue con el deslave en busca de huéspedes convertidos en fantasmas. Rumbo a Caracas, las escenas de lluvia inmemorial se apresuraban a describir la incipiente tragedia.

Dispersos en la vía, vehículos particulares, y pesadas gandolas, lucían como juguetes arrojados por algún niño enfurecido. Enormes rocas acabadas de caer, todavía revelaban los quejidos ancestrales y los rastros de identidad de los cerros a los que pertenecían.

Fue cuando, atascado, atónito, encendí la radio y, en su trepidar, comencé a entender dónde estaba metido. Los túneles, tapiados. Las quebradas hablaban el lenguaje de la furia. Ya se reportaban los dos primeros muertos. De unos 30.000, que serían en total.

La orgía de desolación incluyó la violación de mujeres expuestas a la más absoluta de las intemperies. El pasmado rostro de niños desaparecidos, raptados, saqueados. Los Corales, Macuto y Carmen de Uria, declarados luego camposantos, sufrían todo el peso del castigo de una maldición secular. Los expertos calculan que hubo un desplazamiento de 1.700.000 metros cúbicos de lodo y sedimentos. El peor desastre natural registrado en Venezuela a lo largo de todo el siglo XX.

Justo para cerrar el siglo. Era la lápida de una era desposada en sus postrimerías con la muerte. El referendo convocado para el 15 de ese mes fatídico, siguió adelante, intacto.

La codiciosa fiesta del poder no se inmutó. Apenas un tic en el rostro. Más importante era reformar la Constitución, abrir sin contemplación los otros diques, para el deslave institucional. El pacto, definitivamente, no era con la libertad, ni con la vida. “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”, parafraseó al Libertador la boca afrentosa.

El grito de guerra “Patria, socialismo o muerte” sería la rúbrica política del contrato asumido con fuerzas oscuras. La muerte invocada siempre, de por medio siempre. La asociación con los perversos del mundo, caídos, uno a uno, en desgracia. En la desgracia de la infamia, en la desgracia de la horca uno de ellos, en Irak, en la tacha de la historia.

«Ayer estuvo el diablo aquí, en este mismo lugar. ¡Huele a azufre!”, otra vez la evocación siniestra, en la ONU. Y la mofa con los desisgnios sagrados: “A ese cardenal (Ignacio Velasco, muerto en julio de 2003) yo me lo voy a conseguir en el infierno”. Y cuando ese ínclito varón que fue el cardenal Rosalio Castillo Lara pasó a ser tributario de la tierra, en octubre de 2007: “Me alegra que haya muerto ese demonio vestido de sotana. Ojalá se esté pudriendo en el infierno, como se merece”. Luego, a la despreciable frase: “Yo no pateo perro muerto”, tras la desaparición física de CAP, en diciembre de 2010, siguió la maléfica cita concertada con el Obispo de Coro: “Monseñor Lückert y yo nos vemos en la quinta paila del infierno”.

Un infierno, por cierto, que se fue fraguando en su entorno, en vida, al diabólico precio de conservar un poder plagado de impotencias, destrucción, así como de súbitas y malhabidas riquezas que, está escrito, habrán de desmoronarse. Llamados los suyos, primero, a rendir cuentas al más allá, de improviso, en cadena, y sin protesto. Lina, García Ponce, Tascón, William Lara, el ideólogo Müller Rojas, Russián. Sin capacidad, ya, para distinguir el dolor, entre los propios y los ajenos, tras la explosión en la refinería de Amuay, que dejó unos 50 muertos, alentó así a los sobrevivientes: “La función debe continuar”. Estaba latente la condena, prohibida por la Biblia, al pueblo elegido: “Desde el fondo de mi alma, desde el fondo de mis entrañas. ¡Maldito seas Estado de Israel.

malditos seas, terroristas y asesinos”. (“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: Pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Gálatas 6: 7) Todo eso, sumado a la interrupción del reposo de los huesos del Libertador, para manosearlos, falsificarles un rostro, y prorrumpir en la necedad de la exclamación: “Tiene que ser Bolívar ese esqueleto glorioso”. La muerte, la muerte, la convivencia con la muerte, que se aposentaba y dispersaba las punciones de su desgarradora metástasis, precisamente, desde las aludidas entrañas de la maldición a los judíos.

En julio de 2010 mandó a abrir el sarcófago del Libertador. En julio de 2011 confirmó ante la nación que había sido operado de un tumor cancerígeno en la zona pélvica. La inapelable y fría agenda de la muerte. Y ahora estamos aquí, con huestes famélicas, irredentas, que siguen a un comandante muerto en impreciso lecho. Asistido en sus últimos alientos, en La Habana, por un comandante insepulto. Arrellanado en su silla un “sucesor” escogido en tiempos de agonía. Vencedor en elecciones de muerte, en las que participó una legión de muertos. Proclamado por un árbitro sin palabra, ni vida. De cara a un país que se resigna a convivir con la muerte. Un país distraído, imperturbable, que es una forma de estar muertos.

Yo mismo no sé dónde estoy, ni qué espero, ni de quién. En esta alucinación mortífera no sé si mis compañeros son aquellos que están vivos o los de más acá, ya traslúcidos de tanto esperar un amanecer que tarda demasiado. Como ya está dicho, si escribo estas memorias es sólo para rescatar a la vida el dolor de una desesperanza envuelta en mil mortajas.

Repiques

Diego Armando Maradona quiso ir a Disney con su nieto Benjamín, sus hijas Giannina y Dalma, y su novia Rocío Oliva, pero debió deshacer las maletas. Como tiene prohibida la entrada a los Estados Unidos, intentó conseguir la visa a través de la embajada estadounidense en Dubai, pero le fue negada, según el diario británico The Sun, por “una decisión política”. Total, que ni quiería ir al Imperio.

Por cierto, el mismo trato dado a Maradona, podrían recibir funcionarios del Gobierno venezolano y empresarios que mantienen grandes negocios con el Ejecutivo. El diario La Verdad ha publicado que “algunos de ellos ya comenzaron a recibir la notificación desde la Embajada de Estados Unidos en Caracas”.

A propósito de la visita de Henrique Capriles a Chile y la negativa de Michelle Bachelet de reunirse con él, Fernando Mires acaba de escribir: “Mas, quien sabe si llegará el día, cuando Capriles sea presidente (y lo será, se lo firmo) una señora chilena con poco poder de hecho llamada Bachelet, le pedirá una entrevista. Entonces Henrique mirará en su agenda, y recordando el pasado, se la otorgará con todos los honores que él una vez, sin contar con el poder de hecho pero sí con el de derecho, también se merecía”. Qué bien escribe este caballero.

En las fuerzas de la oposición crece un movimiento de opinión favorable a que el ex alcalde de Iribarren Macario González, encabece la plancha de concejales de la MUD a las elecciones del 8 de diciembre. Es lo menos que, en justicia, se puede hacer con el “cordial Macario”, como lo llamaba Julio Pérez Rojas. Su papel dentro de la MUD-Lara, como conciliador y principal vocero frente a los despropósitos del Gobierno, ha sido inmejorable, por su discurso y su autoridad. Su desempeño es digno del mejor de los encomios. Me sumo, pues, a ese movimiento.

Un economista amigo me alertó sobre un escándalo mayúsculo que podría estallar en el país respecto a los pensionados del IVSS. Según su versión, la lista de favorecidos por ese beneficio social está abultada con la inclusión de personas que nunca cotizaron. Hay gestores que estarían haciendo negocio con ese trámite irregular, mientras trabajadores que han cotizado toda la vida, tienen que pasar por muchas alcabalas, y en muchos casos mueren sin que les llegue la pensión, concedida como una dádiva. Otra cosa que llama la atención es que cada vez que el Gobierno va a cumplir con el pago de las pensiones, debe pedir un crédito adicional a la Asamblea Nacional. Este Seguro Social nuestro no es Seguro ni Social.

La bloguera Yoani Sánchez ha escrito: “En Cuba hay pánico de que se corte el subsidio venezolano”. Otro párrafo memorable: “Cuando miro hacia la isla en la distancia la veo como parada en el tiempo, como si mirara una postal en tonos sepias, una postal del siglo XX con casas que no se modernizan, con autos de la primera mitad de la centuria pasada y me da tristeza por mi país”.

Pareciera que el Gobierno viene con todo frente a la figura de María Corina Machado, por su valor, por su entereza, por su dignidad. Ayer conversé con ella y la sentí firme, con ganas de jugársela por un país que siente ultrajado y subastado en mercados que van más allá de Cuba: Rusia tiene hundidos sus tentáculos de codicia aquí y busca desplazar a los Castro. ¿Saben cómo se llama la comisión de la Asamblea Nacional que investigará a María Corina?: “Comisión mixta para investigar las confesiones antidemocráticas, apátridas y fascistas de la diputada María Corina Machado”. Creo que no la debemos dejar sola.

Leído en Twitter:

@datos_curiosos: “Mas de 400.000 bebes nacen con adiccion a la cocaina en Estados Unidos, debido a que sus madres son consumidoras”
@BuenosModales: “Tenga presente que se puede errar por tutear indebidamente, nunca por utilizar el Usted”
‏@MariaCorina: “Con este gobierno ilegítimo y corrupto #SubastarEsRobar”
‏@lascausalidades: “Casualidad es encontrar a ciertas personas en nuestra vida, causalidad es que sigan cerca de nosotros”
@EmigdioCA: “Si te extraña, te llamará. Si te ama, te lo dirá. Si le importas, te lo demostrará. Se puede amar en silencio, pero no sin acciones”

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