De pronto, sin que disminuyan los delitos ni el costo de la vida, aumentan las cadenas de radio y TV. Con las elecciones municipales a un poco más de cien días de distancia, Maduro se empeña en presentar en la pantalla un mundo que contrasta con lo que la mayoría de los venezolanos vivimos y sentimos. Podríamos decir que una cosa es la TV oficial y otra la vida real. Venezuela no está bien y eso no se puede revertir con propaganda ni con cadenas de ninguna naturaleza. El dinero no alcanza y los productos de consumo masivo se fugaron de los anaqueles. La inseguridad aumenta y Maduro silencia o manipula el tema. Lo más serio es que no pocos compatriotas sienten que oponerse al gobierno – por ilegítimo que sea – y aspirar a un cambio democrático se han convertido en unas cosas peligrosas. Falta poco para que se sienta que “meterse en política” tenga un significado tan riesgoso como volar en un avión sin combustible. La democracia, pues, como si fuera un supermercado o una finca, ha sido confiscada, esto es muy duro, pero es lo que se siente.
La vida en democracia no necesita ser explicada ni argumentada, simplemente se mide, se vive, como la temperatura. Si uno sabe cómo gota a gota, son inhabilitadas, por vía administrativa o judicial, destacados líderes de la Alternativa Democrática, cómo son tratados los gobernadores y alcaldes elegidos con colores distintos al rojo rojito, cómo son acosados y cercados económicamente los periódicos y demás medios que no le lamen las botas a quienes tramposamente ejercen el poder hoy, nadie puede venir luego a explicarle a uno que esto es una democracia. Es bueno repetir que el hecho de que se realicen elecciones no basta para darle contenido a la democracia. Y el que uno pueda escribir artículos, y expresar que ya están configurados los elementos que caracterizan a un gobierno que ha traspasado la línea del autoritarismo, y no vaya preso o me confisquen nada, tampoco significa que aquí hay democracia. Sencillamente: La temperatura y el clima político del país dicen otra cosa.
Tal vez sea en el terreno constitucional donde se expresa mejor el modelo militarista despótico – contrario al democrático – que se ha impuesto entre nosotros. Las normas constitucionales han pasado a ser un conjunto de disposiciones gelatinosas cuyas letras, espíritu y propósito, pueden ser trastocadas por la sola voluntad de los funcionarios, legisladores, fiscales y jueces incondicionales al régimen. Por ejemplo, paulatinamente la propiedad ha sido suprimida como derecho fundamental de los venezolanos. No es que el gobierno desconozca verbalmente el derecho de propiedad, sino que en los hechos – contrariando la Constitución – una serie de normas de rango legal han ido atribuyéndole a organismo oficiales y a supuestos representantes del “poder popular”, la facultad de privar a otros ciudadanos a quienes les han puesto el ojo, el derecho a usar, gozar y disponer de los bienes propios.
El país no anda bien, los venezolanos no vivimos bien: ni paz tenemos. En ese cuadro, del que solo en esta oportunidad hemos trazado líneas, es muy probable, es posible, que la Unidad Democrática gane la mayoría de alcaldías y concejalías en las elecciones del 8D. Creo que son pocos, muy pocos los compatriotas que dentro y fuera de las filas oficialistas están de acuerdo con el modelo de socialismo a la cubana que, como legado del “ausente Supremo”, Maduro intenta imponer en pequeña pero incesantes dosis. Por eso Maduro y Diosdado están apelando al penúltimo recurso que les queda: La siembra del temor, la inoculación del miedo, y eso puede tener su lado bueno. Si nos da uno de los efectos del miedo que es la parálisis, estamos perdidos; si por el contrario nos convencemos que nos queda la opción del voto, la participación y la organización democrática podemos salvarnos. Si de verdad, estimado lector, a usted le preocupa que este desastre se mantenga o avance, entonces no se quede sin atender el llamado de la Unidad Democrática. El 8D, que no quede nadie sin votar.
El voto no es la democracia pero, aunque usted no lo crea y por los tropiezos que hemos tenido, el voto sirve para enderezar y cambiar gobiernos.