Inseguritis crónica…

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Venezuela posee grandes problemas, siendo la inseguridad y el alto costo de la vida los más graves, hablaremos brevemente de la primera, pero ambas están íntimamente vinculadas.
La inseguridad en nuestro país se viene consolidando desde la década de los ’90, a la par que nuestro aparato productivo claudica, es un problema serio que debe ser afrontado económica, política y socialmente.
Económicamente porque la carencia de empleos formales, impulsada por la improductividad, hace que los venezolanos se refugien en ayudas públicas o en la economía informal, acciones estas aún exiguas para afrontar la realidad latente, siendo esto así, se crea un caldo de cultivo para afecciones sociales como el secuestro, el robo y el hurto.
Si en Venezuela existiese un aparato productivo sólido, donde las personas devengaran salarios justos, a la par de abundancia de productos compitiendo por calidad y mejor precio, pues otro gallo cantaría, dichas afecciones sociales serían mínimas.
Es un problema político, en cuanto Venezuela cuenta con una gama de recursos y bellezas naturales prácticamente inagotables, envidiadas incluso por las grandes potencias mundiales, lo que ha hecho falta es gerencia, saber cuales son las verdaderas necesidades del país. La institucionalidad juega un papel vital, la administración de lo público debe hacerse bajo criterios de eficiencia y transparencia, donde se cumpla férreamente la ley, pues el problema no es el aparato productivo o la oligarquía como hoy se descalifica ¡no lo es! en todo caso el problema son las instituciones corruptibles del Estado que permiten la explotación laboral, la evasión de impuestos, el sobreprecio.
Así mismo, el sistema de administración de justicia hoy es un lúgubre negocio, la justicia se supedita a lo político y al poder del dinero, algo realmente lamentable, abonando el territorio para una muy lucrativa e impune actividad delictiva. Sí en nuestro país las instituciones fueran profesionales podríamos tener hoy variedad de productos y servicios públicos óptimos, con ciudadanos temerosos de infringir la ley, no solo pendientes de sus derechos sino de sus deberes, otro gallo cantaría. Socialmente la inseguridad gana terreno, con promoción mediática carente de principios, atiborrados de violencia, donde los “líderes” políticos viven enfrascados en insultos y confrontaciones modelando conductas que emulas sus seguidores, muy mal. Eso pasa cuando la política es solo un entretenimiento. ¡No hay identidad nacional sino política!

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