Caminito que un día
El otro Barquisimeto del Dr. Pascual Venegas Filardo (3).
Cronista del Municipio Iribarren
“Novedades de París” se llamó la primera boutique que se instaló en Barquisimeto en la calle 25 entre carreras 19 y 20, al lado de la gallera llamada “La Tarara”. Era propiedad de la señora Eudocila Alezones de Aguirre.
28. Antonio Crespo, de Aregue, y Salón Castellanos, establecieron una especie de supermercado en Barquisimeto pero “sin carrito para el autoservicio”. La instalaron en la avenida 20 entre las calles Páez y Aldao. No tenía mostrador y vendía principalmente enlatados lo que ocasionó su corta duración.
29. Los libros preferidos por los jóvenes de esta época eran los de Emilio Salgari, Búfalo Bill, Dick Turpin, Nick Carter, el detective japonés Ito Naki que encontraban en la librería de un señor de apellido Ramírez. Luego, “lectores más serios”, seguían las orientaciones que les daba en la librería “El Impulso”, doña Roselia Nieto de Carmona, esposa del dueño y excelente lectora.
30. De Rafael Miguel López, dice Pascual Venegas Filardo que era “uno de los jóvenes de mayor talento egresado para esos años del Instituto La Salle”. Violinista excelente, organizó una orquesta de baile moderna, la primera que hubo en Barquisimeto con la cual se amenizaron muchos bailes que López comenzaba con un vals titulado “Delia” compuesto por Pio Zavarce en homenaje a la gentil dama Delia Ascanio”.
31. Dos hermanos y dos hermanas de apellido Bujana llegaron a Barquisimeto por esta época rememorada por Venegas y “como es natural abrieron una tienda de mercancías secas más una zapatería que se convirtió en la mayor de la ciudad”.
32. La mejor sastrería de Barquisimeto perteneció a un caballero de origen francés llamado Eugenio Hammel, aficionado además al boxeo; otros establecimientos fueron los de Luis Suárez, J. I .Cardozo, pastor protestante y José Furiati.
33. Con una locha se compraba en las pulperías “un segundo de pimienta, un segundo de comino, un segundo de azulillo y un segundo de almidón”. Hubo épocas en que seis huevos costaban un real. Una libra (casi medio kilo) de queso, se compraba por un real.
34. Los granos se vendían por medidas. Caraotas, arvejas, frijoles por tercias y medias tercias, recipientes fabricados de hojalata; el maíz por almudes. Sólo el arroz se pesaba. En las pulperías se vendía de todo.
35. El licor de mayor venta era el cocuy. Se vendía en vasos de “casquillo” llamados así porque en el fondo tenían en relieve una herradura. El trago valía una locha.
Pero también se tomaba brandy o guarapo fuerte de papelón con limón. Los restos del licor los guardaba el pulpero en un recipiente y esa mezcla recibía el nombre de carabina de la cual un palito costaba cinco céntimos de bolívar.
36. En la infancia de Venegas todavía circulaba el centavo monaguero moneda de cobre y el cobre zamoreño equivalente a media locha, pues cuatro hacían medio real o sea 25 céntimos de bolívar.
37. En Barquisimeto no circulaban billetes, sólo monedas de plata u oro sin importar que fueran inglesas, estadounidenses, italianas, francesas, españolas, brasileñas y algunas venezolanas de veinte bolívares.
38. Venegas Filardo contempló cuando Carlos Felipe Fuentes, administrador de los tranvías de caballo, montado en una mula y muy alegre, tiró a lo largo de la empedrada avenida 20, el sueldo que había cobrado en fuertes, moneda de cinco bolívares.
“El suscrito, escribe Venegas, de unos diez años para entonces, pudo agarrar una de esas monedas”.
39. Productos que vendían las pulperías: “sardinas Victoria, enlatados en La Coruña, la mantequilla Brun, el aceite de oliva Duret, enlatado en Francia, las aceitunas La Giralda, de manufactura andaluza, el chocolate La India, las botellas y licores fuertes en general, la gama de productos manufactureros”, todo lo cual se exhibía en la estantería o armaduras.
40. Las vitrinas de las tiendas exhibían “loción Pompeya, y Flores de Tokio, polvos de la misma marca o Coty, polvos en papeleta, aceite de aguacate para peinarse, brillantina Behrens, jabón medicinal o simplemente jabón de olor, a menudo de calabazas, para el baño”.
41. El pan se compraba en la casa de sus fabricantes. Los más conocidos en Barquisimeto fueron Joaquín Alberti y Barrera, dueño de la panadería que llevaba su apellido. En las pulperías vendían arepas grandes, cinco por 25 céntimos de bolívar, venta en la cual el pulpero no obtenía ganancia alguna.